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Un gran fantasma recorre la historia del cine, los documentales de Mark Cousins, intentando contar que fue del cine y donde se encuentra, hasta convertirse para algunos en el historiador modelo, cuando su historia siempre ha sido un gran compendio de tópicos. En su última entrega, Cousins habla de lo que ha sucedido en el cine de las últimas décadas, sobre la manera en que el cine se ha transformado y ha cambiado. El trabajo que lleva a cabo parte de una premisa absolutamente errónea: contar el cine contemporáneo sin contar que este se ha deslocalizado. Es decir, habla del cine como si este no estuviera en contacto con las series de televisión, los museos, el teatro o los videoclips. Este cine autofundado parece ser que ha cambiado su lenguaje, pero al llevar a cabo esta premisa, Cousins parte de una vieja idea griffitiana de “lenguaje cinematográfico” sin plantearse que quizás de lo que estamos hablando es un cambio tecnológico, un cambio de posición de la mirada del espectador y de unos cambios en un sistema de expresión. En este camino, Cousins realiza una especie de mirada global mezclando discursos y juega con ejemplos que funcionan de forma excesivamente indiscriminada, como si el ejemplo fuera la clave de un discurso que nunca se concreta y que acaba naufragando. El presunto historiador cree en una vieja Historia del cine en la que la vieja cinefilia se renueva aumentando sus vicios y defectos. En la parte final de la película habla de como el cine refleja las nuevas identidades. Habla de la lucha de clases en Parásitos y del racismo en Nosotros de Jordan Peele, pero curiosamente no habla de como ha cambiado la representación de la mujer y de como el cine cuestiona determinadas formas de patriarcado. Alguien dice que esto lo hizo en su trabajo anterior, pero del trabajo anterior lo único que le fascina es la imagen de Ana Mariscal en Raza de Saénz de Heredia que aparece como un contrapunto fantasma en una película fantasma.