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Tras quince años sin estrenar ningún largometraje, el cineasta húngaro Péter Gothár regresa con su muy particular homenaje a la historia del séptimo arte en una película multigenérica y multirreferencial que hace de la acumulación y yuxtaposición de estilos, tonos, géneros y autores su única razón de ser. Una especie de combinado, de nueva cocina experimental a base de confrontar sabores y texturas contrapuestas. Sus primeros minutos son una oda al expresionismo en escala de grises salido del cine de Orson Welles. A partir de ahí, la cinta, desde la multiplicidad de puntos de vista de sus poco confiables narradores, se convierte en una sucesión de secuencias que funcionan mejor desde la unidad que desde el conjunto, buscando incorporar a la receta desde los elementos clave del cine clásico de herencia cine Fordiana -reconvertida en clave bufa a la manera de las producciones de los hermanos Zucker y Abrams- a la oda al exceso en clave de Terry Gilliam o sus herederos menores -ya sean Jean Pierre Jeunet y Marc Caro o su contrapartida ibérica Javier Fesser- el Wong Kar Wai de sus orígenes -en particular Fallen Angels– pasado por el tamiz del Jean Luc Godard primigenio de Al final de la escapada -en concreto la secuencia de los jóvenes amantes vista desde la perspectiva del asiento trasero del coche en clave de plano secuencia- o la texturización y degradación de la imagen a la Fassbinder pasando por experimentos animados que juegan con los límites del celuloide, en su vertiente más física.

El problema de este repaso frenético y disociado de los movimientos, estilos y autores de la historia del medio es que, más allá de algunos recursos, ideas o secuencias para el recuerdo -en particular la ya mencionada secuencia desde el interior del automóvil o aquella en la que el objetivo de la cámara reproduce aquello deseado pero no acontecido en la realidad filmada- la cinta deriva en la gran mayoría de las ocasiones hacia un granguiñolesco festival de excesos, más preocupada del valor del plano y la composición del mismo como elemento único y ajeno a la unidad de su conjunto, que de entregar un trabajo que vaya más allá de sus golpes de efecto, intentado ofrecer un discurso más allá del ruido y los excesos generados.