En 2019, Silvia Rey obtuvo una nominación a los Goya con su cortometraje Wan Xia, la última luz del atardecer. Ahora, en este largometraje homónimo amplía el campo reflexivo de aquel trabajo de debut y sigue indagando en las rutinas, particularidades y contradicciones del Centro de Mayores Chinos de Madrid. La realizadora lorquina retrata ese espacio como un lugar hermético, casi impenetrable, como si una mínima porción del territorio chino se hubiera trasladado a la capital de España y en ella rigieran las mismas leyes fronterizas. La precisión de los encuadres y la afortunada decisión de no salir jamás de entre las paredes de la institución refuerzan esa sensación de confortable aislamiento, tanto es así que de no mediar ninguna explicación los espectadores se atreverían a jurar que la película está rodada en China. Para evitar la claustrofobia fílmica, Rey ventila el metraje con un viaje -esta vez sí- al país asiático. En él acompaña a Chen Jianguo, uno de los miembros del centro, en su regreso a casa, concretamente al condado Quingtian, enfrentando así el Madrid invisible y la China monumental: esa concatenación de espacios y el juego con las dualidades (abierto/cerrado, interior/exterior, nativo/extranjero) va pergeñando la fotografía grupal de una generación de chinos que emigró de su tierra pero que nunca la abandonó (de hecho, la reconstruyó en otra latitud).
Con todo, y más allá de la exactitud del retrato, a Wan Xia hay que agradecerle su vivificante sentido del humor, una comicidad articulada, de inicio, por una irónica y fantasmal voz en off que no busca extraer la risa tanto del entorno que refleja como de la intrusión que supone el hecho de hacer la propia película. Silvia Rey concentra las mofas más mordaces en sí misma (y medita sobre lo que supone el hecho mismo de filmar), mientras que las risas que provocan determinadas escenas costumbristas -la del conflicto entre la medicina tradicional y la moderna, o la de los continuos apagones, por ejemplo- están totalmente vaciadas de sarcasmo o de superioridad y solo transmiten cariño por unos personajes a los que, no lo olvidemos, les han metido una cámara en casa justo en el año en el que celebran el 18º aniversario de su club.
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Arrancamos el año en ‘Saltos de eje’ reivindicando la importancia y el potencial del cine de animación como una forma de expresión cinematográfica que va mucho más allá del habitual cine infantil o familiar.
Para ello, contamos con uno de los grandes referentes del cine animado español: Alberto Vázquez. Convertido ya en un clásico de los premios nacionales desde que en 2012 ganase el Goya al Mejor Cortometraje animado por su excelente Birdboy, este año vuelve a estar en el punto de mira por su incómoda y arriesgada película Unicorn Wars, sin duda una de las favoritas por muchos espectadores para llevarse al Goya al mejor largometraje de animación de este esta edición.
Guión y comunicador: Diego Rufo
Imagen gráfica y técnico de grabación: Jaime Garzía
Producción de podcast: Iván Patxi Gómez Gallego
