Posts Tagged ‘Festival de Sevilla’
Mamacruz (Patricia Ortega). SEFF 2023 – Panorama Andaluz
Una dolorosa no puede llevar los labios pintados. Nada de colores o florituras. Una virgen que llora, madre sufriente, espejo de esa interpretación interesada de la virtud bajo la que se ha querido doblegar a la mujer, solo puede ir ataviada de tristeza. La protagonista de Mamacruz lo sabe, pero igualmente adorna con ilusión una pequeña talla católica de la virgen María. Este acto refleja el proceso de redefinición de identidad que atraviesa la protagonista absoluta de la obra de Patricia Ortega. Una Kiti Mánver llena de matices interpreta a esta mujer andaluza con dos nombres: uno es Mamacruz, apodo elegido para ella por su nieta preadolescente; el otro es Cruz, su nombre real oculto tras las obligaciones de esposa, madre y ahora cliché de abuela resignada. El sintético e ilustrativo prólogo del film parte del patetismo tierno de la barriga de un marido que ronca sentado en un sofá. Tras una clara definición de su personaje principal, la cineasta utiliza como desencadenante el encuentro casual de Mamacruz con un vídeo pornográfico en Internet. A partir de entonces, el ambiente sonoro cambia cuando la excitación se convierte en una música flamenca que sube de volumen.
Abundan los planos detalle y el castrador peso de la educación religiosa. Los espejos reencuadran a la protagonista, haciéndola compartir plano con ese callado imaginario cristiano que siempre está observando. Patricia Ortega podría haber optado por potenciar esa parte de la cinta en la que Cruz se siente excitada por la palabra de Dios. También hasta las imágenes de los tétricos Jesucristos que ella viste en la sacristía de la Iglesia le despiertan un calor incómodo. Pero en lugar de optar por remarcar ningún fetichismo provocador, la cineasta conduce a Cruz a una terapia sexual colectiva en la que continuar la reflexión sobre los tabúes que rodean al deseo y al placer femenino. Mamacruz habla con respeto de la castración cultural y defiende que es posible liberarse de esa oda a la culpa a la que nos condenan los cultos religiosos. También recuerda que las mujeres no mueren cuando cumplen determinada edad, ni cuando se casan, ni cuando son madres o abuelas (ni cuando no cumplen con nada de lo recogido en la lista anterior). La película nos guiña un ojo incluyendo además algunos detalles como cojines en forma de vagina de ganchillo. Con esa misma sonrisa, y paleta sin saturaciones, Patricia Ortega habla de lo terapéutico de soltarse el pelo para salir de la opresión. El final liberador llega con una puesta en escena más surrealista, una particular manera de recordar que la única iglesia que ilumina es la que arde entre las piernas.
Raquel Loredo
La teoría universal (Timm Kröger). SEFF 2023 – Sección Oficial
La última película de Timm Kröger, en una primera capa, narra una historia de amor enredada en una teoría metafísica que plantea la posibilidad de que existan múltiples universos orbitando junto al nuestro, organizados a través del caos. De fondo, la tragedia nacional que supuso la historia reciente alemana, con los múltiples cuerpos desaparecidos que dejó como rastro. El protagonista es Johannes Leinert, un silencioso estudiante de física, visionario al que tacharán de loco y paranoico, quien, en 1962, acude con su director de tesis a un congreso de mecánica cuántica en los Alpes suizos. Mientras cae perdidamente enamorado de Karin, la joven pianista que ameniza las veladas nocturnas en el bar del hotel (y a la cual tiene el presentimiento de reconocer, quizás de otra vida en otro multiverso), Leinert comienza a ser testigo de extraños acontecimientos, muertes y desapariciones que le obligan a paralizar su tesis para transformarse en una suerte de detective privado. Las escarpadas montañas captadas en panorámico, la nieve, las rocas y sus sombras capturadas con un blanco y negro contrastado y preciosista, sirven como decorado perfecto para un thriller que combina elementos de ciencia ficción de serie b con un tono y estética más próximos a un film noir orwelliano o a Vértigo de Hitchcock (la influencia de la música de Bernard Herrmann es más que notoria), pasando por reminiscencias de Zentropa de Lars von Trier, también sobre un idealista que viaja a la Alemania de posguerra. La trama de La teoría universal parece perderse en sus propios agujeros negros, perdiendo verosimilitud y complicando cualquier tipo de conexión emocional con los personajes. Sin embargo, se trata de una película que ciertamente vive más de su atmósfera que del propio relato, y Kröger consigue imprimir un fuerte sello de romanticismo y lirismo nostálgico que, en combinación con su depuración técnica, la vuelven muy disfrutable.
Yago de Torres
Crossing (Jacqueline van Vugt). SEFF 2023 – Sección Oficial
El transbordador que cruza el estrecho de Gibraltar, puente entre Marruecos y España, entre África y Europa, supone para Jacqueline van Vugt un símbolo de la desigualdad y el desafecto. La misma distancia que separa el origen del destino es la que separa emocionalmente a los protagonistas, los cuales, a pesar de sus mejores intenciones, no manejan las herramientas necesarias para conectar con el otro. La directora holandesa, que ya había abordado la temática de la inmigración en su documental Borders, en el cual acompañaba a quienes atraviesan a empujones los pasos fronterizos en Nigeria o Burkina Faso, debuta en la ficción con Crossing, un film de historias cruzadas al estilo de Alejandro González Iñárritu en Babel (2006) o Amores Perros (2000), si bien desde un estilo mucho más minimalista. Durante una tensa travesía de dos horas, la cineasta entrelaza tres tramas cuyos protagonistas tienen orígenes distintos: un matrimonio holandés trata de superar sus desavenencias mientras desatienden el cuidado de sus hijos; el capitán del barco, marroquí, ha escondido en un camarote a su hija embarazada para llevarla a España y tratar de separarla de su novio de clase social inferior; en Algeciras, dos trabajadores de salvamento marítimo lidian con el trauma de tener que rescatar, cada semana, cadáveres del mar. La cámara de Van Vugt se mueve al ritmo del oleaje, en tomas largas coreografiadas que buscan a los personajes por pasillos y camarotes hasta encontrar sus primeros planos. Brilla especialmente la interpretación contenida de Hadewych Minis y Gijs Naber, en cuyos ojos y pequeños gestos se aprecian las heridas silenciadas hasta que el dolor florece en pequeñas pistas, sin grandes arrebatos emocionales. De esta incapacidad de los protagonistas para quererse acaba emergiendo la tragedia, pues su hijo pequeño, queriendo alejarse del dolor de sus padres, acaba perdiéndose y arrojándose al mar por el mismo lugar por el que, cada día, saltan inmigrantes africanos. Con un regusto amargo y pesimista, la cineasta termina de enhebrar un relato que no deja de ser una llamada de atención sobre la falta de empatía y el miedo a perderse.
Yago de Torres
20 Days in Mariupol (Mstyslav Chernov). SEFF 2023 – Nuevas Olas
Desde la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero de 2022 diferentes documentales se han hecho eco de la guerra. La selección de 20 Days in Mariupol dentro de la programación de Nuevas Olas del Festival de Sevilla es un recordatorio necesario para que no se deje caer en el olvido una guerra que dura ya casi dos años. Un grupo de periodistas ucranianos de The Associated Press estuvieron en los días del asedio en la ciudad de Mariúpol, cuando el resto de la prensa internacional ya había abandonado el lugar. Entre ellos se encontraba Mstyslav Chernov, que registró lo que allí sucedió junto al fotógrafo Evgeniy Maloletka, y dirige este documental montado a partir de las imágenes que pudieron grabar en aquellos días tensos. Unas imágenes que, enviadas con enormes dificultades por el equipo de reporteros a sus editores, también pudieron verse en diferentes noticiarios internacionales.
Al principio asistimos al desconcierto y la angustia de los habitantes que, incrédulos, asisten a la destrucción de su ciudad sin saber qué hacer o dónde refugiarse de las bombas. También Chernov, narrador en primera persona en off de la cinta, expresa sus dudas sobre si debe seguir grabando o apagar la cámara. Mientras camina por las ruinas algunos soldados ucranianos, nerviosos, le piden que no les grabe, pero el director permanece firme en su propósito: “Es una guerra histórica; no documentarla es imposible”. Por el contrario, en un hospital en el que los médicos tratan de salvar la vida de una niña pequeña, le urgen a hacerlo. Pero ni siquiera su compromiso con la información para evitar la impunidad de los crímenes evita que la cámara no soporte registrar algunas de las atrocidades que presencia en los corredores de los hospitales y se vea obligada a apartar la mirada. Porque es precisamente en los hospitales donde se grabaron la mayor parte de las imágenes que se muestran en el documental y su visión es a veces espeluznante. Niños moribundos, cadáveres en las calles, fosas comunes o el bombardeo de un hospital de maternidad quedaron documentados para contradecir la insistencia de las autoridades rusas en calificar las imágenes como fake news. En los escasos veinte días del título Mariúpol pasaba de ciudad sitiada a ciudad arrasada por las tropas rusas. Hoy, no lo olvidemos, Ucrania sigue siendo un país en llamas.
Elsa Tébar
Liuben (Venci Kostov). SEFF 2023 – Panorama Andaluz
Cuando los dos jóvenes de Liuben conectan, su intimidad toma la forma de un primer plano muy cerrado en donde cada movimiento provoca un desenfoque. En el resto del film (excepto en su disruptivo e inesperado final) fluye un drama social convencional y sin afectaciones sobre el desarraigo, el racismo y la homofobia en Bulgaria, aunque las temáticas de la película podrían ser espejo de otros muchos lugares. Su director Venci Kostov, afincado en España desde los once años, ha realizado en Málaga la que se está describiendo como primera película búlgara de temática LGTBIQ+. En Liuben se buscan hasta encontrarse dos protagonistas masculinos: Víctor y el personaje que da título a la cinta. El primero, de veintisiete años, es un chico (con novio y vida hecha en España) que regresa a su hogar búlgaro de la infancia con motivo del funeral de su abuelo. Es entonces cuando conoce a Liuben: un joven gitano que vende sandías en las cunetas del pueblo. La atracción de Víctor por Liuben es inmediata. Sin embargo, la cinta juega a no definir si el romaní se acerca a Víctor por oportunismo o por verdadero interés. Tras una trama que incluye otros temas sociales (como la venta de bebés), entre ambos nace un vínculo forjado por las circunstancias.
Venci Kostov coloca en los diálogos íntimos de su cinta, tan cercanos en forma y fondo a sus personajes, una comparativa entre la mentalidad española y la búlgara. El film recorre el sentimiento de rechazo social de sufre cada protagonista; con ello aborda la situación de desigualdad, la existencia de realidades que atentan contra los derechos individuales y la brecha social europea. Inevitablemente, el país de origen del director trae a la memoria las manifestaciones aparecidas en Bulgaria contra la película Close (2022), de Lukas Dhont, que tachaban a su director de pedófilo. Dejando atrás los siempre inexplicables gritos a favor de la opresión, Kostov hace su defensa de la libertad con esta denuncia que es Liuben; una película que, a la vez, tampoco renuncia a servir de carta nostálgica del cineasta hacia el entorno rural de su primera infancia.
Raquel Loredo
La Bête (Bertrand Bonello). SEFF 2023 – Sección Oficial
En la primera secuencia del nuevo film de Bertrand Bonello, Gabrielle se ve envuelta en una metáfora de la alienación fílmica contemporánea: sobre un croma verde, escucha las indicaciones de un director que le obliga a interpretar terror frente a un enemigo imaginario que será añadido en posproducción (la película es una interpretación libre de The Beast in the Jungle, novela de Henry James sobre un hombre cuyo miedo irracional a una futura catástrofe se convierte en una profecía autocumplida, si bien en este caso el cineasta se permite subvertir los roles de género). Ante la amenaza del terror invisible, la imagen se rompe, fragmentándose en un glitch que inmediatamente se transforma en los créditos de apertura. Este brillante comienzo aporta de primeras una de las claves para comprender la nueva propuesta de Bonello: nos encontramos ante un film en constante fragmentación, un laberinto hipertextual en el que los diferentes relatos, géneros, imágenes y referencias se superponen conceptualmente y en el que solo la libre interpretación permite rellenar los huecos.
La Bête parte de un futuro cercano (2044), gobernado por la inteligencia artificial y caracterizado por un sesenta por ciento de paro laboral y un veinte por ciento de trabajo robotizado. Los trabajadores que quieran acceder a ese veinte por ciento restante (entre ellos Gabrielle), deben pasar por un proceso de purificación del ADN que confronta a los sujetos con los traumas de sus vidas pretéritas para, una vez liberados de la amenaza de las emociones, convertirse en máquinas perfectas para el mercado laboral. En este viaje hacia el pasado, Gabrielle descubre que, a lo largo de sus múltiples existencias, siempre ha estado enamorada de Louis. En 1910, ambos vivieron un sensual melodrama de época, filmado en 35 mm, marcado por la trágica inundación de París. En 2014, la pareja compartió un thriller psicológico de tintes lynchianos en el que Louis, un íncel inspirado en el caso de Elliot Rodger, persiguió a Gabrielle hasta matarla.
Los marcos temporales del film se interconectan de forma elíptica, a través de repeticiones, paramnesias y motivos poéticos que permiten a las partes conversar entre sí (las agoreras palomas, o las muñecas cuya evolución presenciamos a lo largo del tiempo, de la fábrica manual de juguetes del siglo XX a los robots fabricados con IA en 2044), para conformar un relato líquido al que no puede hacer justicia una crítica sencillamente escrita, pues para abordar verdaderamente la complejidad de la propuesta debiéramos acudir a los mismos recursos hipertextuales utilizados por el cineasta. Bonello establece una aguda vinculación entre las catástrofes personales y las político-nacionales, a la vez que desarrolla con el mismo halo de misterio y erotismo la conformación de esas dos bestias que suponen el amor y el miedo al futuro. Al mismo tiempo, La Bête no deja de elaborar un discurso sobre el propio acto fílmico y la necesidad de reconocerse en las imágenes pasadas para proyectar otras nuevas hacia el futuro. Se trata de un viaje sensorial, físico, donde el cineasta se reconoce en el Mulholland Drive de Lynch o La edad de la inocencia de Scorsese, pasando por referencias contemporáneas como Trash Humpers de Korine para invitar al espectador a un proceso de hipnosis que requiere de una mirada activa, dispuesta a dejarse arrollar.
Yago de Torres
Amanece (Juan Francisco Viruega). SEFF 2023 – Panorama Andaluz
Una madre joven y sus dos hijas, cercanas a la treintena, comparten silencios y esperas a la luz del sol almeriense. Amanece, el debut de Juan Francisco Viruega en el largometraje, se desarrolla en tres partes dedicadas a cada uno de sus personajes femeninos. Rotas y reflexivas, cada una a su manera, todas se enfrentan a situaciones frustrantes de cambio y transformación. Viruega transita las diferentes etapas vitales colocando la enfermedad de la madre como nexo de unión y catarsis para poner el foco en lo efímero e incomprensible de la existencia. Pero su filosofía, deliberadamente críptica y visualmente efectista, no logra escapar a una estructura irregular y a la falta de rumbo de su discurso. Se aprecia el arduo trabajo previo, se ven las vueltas que se ha dado a una propuesta seria que huye de convenciones y asume los riesgos, pero la cuidada (por pensada) puesta en escena termina por resultar escurridiza. La premisa de arranque, el metafórico viaje de carretera inicial de una pareja con problemas, apuntaba hacia algo distinto. Pronto la cinta se separa del personaje interpretado por Aura Garrido; con ello abandona también el quizás interesante camino al que le hubiera llevado una protagonista que confunde sueños y realidades. Mucho más enigmático y cerrado es el personaje de Iria del Río, la segunda hija, que encabeza la mayor parte de la historia hasta llegar a la autoconclusiva madre: una mujer, interpretada por Isabel Ampudia, que ya ha pasado (y dado un sentido personal) a los momentos que sus dos hijas atraviesan ahora. Deliberadamente huidiza y abstracta, Amanece se maneja en la pausa y el dolor. Resulta curioso que una imagen literalmente tan nítida, tan clara y digital, sea la opción elegida para hablar de nostalgia, duelo y puntos de inflexión vital. Pero cada película es un mundo y lo bueno es que cada amanecer es siempre una nueva oportunidad.
Raquel Loredo
La tierra prometida (Nikolaj Arcel). SEFF 2023 – Sección Oficial
Aunque el relato tenga lugar en los desérticos páramos de Dinamarca en 1755, la nueva película de Nikolaj Arcel, basada en la novela histórica de Ide Jessen The Captain and Ann Barbara, no deja de ser un western clásico sobre la conquista del salvaje oeste, un territorio al margen de la ley y con la tierra aún por explotar. La frontera que separa los inhóspitos páramos de las tierras del rey, lo conocido de lo extraño por extranjero, es la misma divisoria que delimita lo que el protagonista quiere (un título nobiliario) y lo que verdaderamente necesita (reconciliarse con su identidad de hijo bastardo y deshacerse de la sombra de su padre). El imponente Mads Mikkelsen interpreta, con un sugestivo estoicismo que no deja de tener puertas abiertas hacia la fragilidad, al quijotesco Ludvig Kahlen, hijo de un noble y una criada que encara una misión utópica: crear para el rey una colonia en los yermos eriales de los límites del condado. Para ello deberá enfrentarse a la naturaleza y a un diabólico antagonista: el juez Frederik De Schinkel (el ‘De’ se lo auto concede el personaje por sus aspiraciones aristocráticas), un terrateniente caracterizado por una crueldad inhumana. Nikolaj Arcel despliega esta disputa con solidez, reflejando en los encuadres iniciales los estatus sociales de los personajes y progresivamente sugiriendo los cambios en el equilibrio de sus dinámicas de poder. Bajo un formato panorámico que acrecienta la lucha del hombre contra el entorno, el cineasta desarrolla con firme pulso narrativo una cinta de tintes fordianos (resuena especialmente El hombre que mató a Liberty Balance) sobre la lucha contra la tiranía de un héroe involuntario que carga en su espalda conflictos de clase, explotación laboral o segregación racial, y que igualmente tiene tiempo para romperse y cuestionarse el porqué de sus propósitos.
Yago de Torres
The Beast in the Jungle (Patric Chiha). SEFF 2023 – Sección Oficial
En su libre adaptación de The Beast in the Jungle, novela corta de Henry James, Patrick Chiha encierra a los personajes durante veinticinco años (desde 1979 hasta el 2004) en un club nocturno que vive la transición de la música disco al techno. Mientras los protagonistas resisten perennes el paso del tiempo, la Historia transcurre en un inmenso fuera de campo y atraviesa el relato de refilón con pequeños detalles que dan fe de los estragos del SIDA en los ochenta o de la caída del muro de Berlín o las Torres Gemelas. El joven John sintió desde muy temprana edad el presentimiento de que un acontecimiento, un absoluto entre amenazante y bello al que llama “la cosa” –y, más adelante, “la bestia”– iba a llegar algún día para transformar su existencia de forma definitiva. Hace diez años, durante las celebraciones de La Sardinade, cometió la imprudencia de confesar a May su secreto. Cuando ambos, irremediablemente atraídos el uno por el otro gracias al misterio compartido, se reencuentran en la discoteca, deciden reunirse cada sábado para aguardar la llegada de la bestia.
Chiha fabrica un artefacto estilizado a través de filtros cromáticos y juegos de iluminación que transforman el espacio a lo largo de los años y generan una atmósfera en consonancia con el estado mental del protagonista, completamente atrapado en su propia abstracción psicológica. Sin caer en extravagancias, la cámara baila alrededor de los cuerpos en constante celebración, capturando la energía del club nocturno, templo de la modernidad y uno de los pocos lugares donde, hoy en día, nos permitimos huir de la realidad y suspender el tiempo. Si bien es cierto que la cinta parte de una premisa compleja que atenta contra los principios de la acción dramática –aquí, la única tarea de los personajes es la espera– y esto provoca que diálogos y acciones se sientan más teóricos que vivos, el relato, al igual que la obra original, consigue arrojar bellas reflexiones sobre la necesidad de resistir el pulso de la evasión para comprometerse con el amor y la vida.
Yago de Torres
Nana (Castro Lorenzo). SEFF 2023 – Panorama Andaluz
Vamos a llamarlo paspartú cinematográfico. Enmarcar una obra es querer subrayar que lo que tenemos delante es un cuadro. Colocar un espacio vacío amplio alrededor de los cuatro lados de la imagen filmada puede ayudar a destacar alguno de los aspectos de un metraje; pero, según el uso que se haga, este recurso también puede convertirse en una elección arriesgada con la que ahondar en la nadería. El documental Nana, de Castro Lorenzo, coloca su filmación panorámica dentro de un marco cambiante: unas veces negro y otras blanco nuclear. La imagen se basa en testimonios a cámara en un poco contrastado blanco y negro y en un deliberado primerísimo primer plano. Los retratos parlantes de los artistas visuales Isaki Lacuesta, Alauda Ruiz de Azúa, Gonzalo García Pelayo, Alba Sotorra, y los fotógrafos Isabel Muñoz, Castro Prieto, Díaz Burgos y Ana Palacios hablan de los miedos a los que se enfrentan como narradores y de cómo estos influyen o no en su proceso creativo. Entre las declaraciones se intercalan algunas fotos. A veces el mencionado marco exterior se usa para pintar cosas: puntos, rayas, ondas. En una sola ocasión aparece una imagen en la parte superior del marco, que también se usa para colocar los rótulos con los nombres de los entrevistados. Estos rótulos se repiten casi cada vez que un artista retoma su turno de palabra. En Nana se habla del arte como responsabilidad, como terapia y como arma; se habla de la fotografía, del cine y del legado. Pese a su recorrido (arbitrario y desordenado) por grandes temas siempre interesantes, como la muerte y el paso del tiempo, resulta muy difícil encontrar un sentido global al conjunto que es Nana. El contenido reflexivo que aportan los entrevistados, y que relacionan sus temores individuales con el nacimiento de la creatividad, es valioso; pero no es fácil rastrear la voz del documental o encontrar lo que quiere expresar. Por otra parte, recordemos que la cinta se inicia con una nana flamenca. Una nana es un tipo de canción popular que suele transmitirse de manera oral con la intención de arrullar a un niño. Se puede optar por pensar que la propuesta tenía intención de hacer eso: una vuelta a lo oral al tiempo que construía una dedicatoria confesa a la abuela del propio director.
Raquel Loredo
Animal | Humano (Alessandro Pugno). SEFF 2023 – Sección Oficial
En su primer largometraje de ficción, Alessandro Pugno narra las historias paralelas de un niño destinado a ser torero y un toro criado para ser sacrificado en la plaza, paralelismo que basa en las vivencias que, por universales, son semejantes entre humanos y animales. Matteo Prise ‘El Italiano’, nacido en un pueblo de Italia, conoció desde niño la muerte por el fallecimiento de un amigo y pudo comparar su desaparición intrascendente con el espectacular funeral que vio ese mismo día por televisión: el de un torero español que, tras recibir una mortal cornada, fue aclamado como un dios. De ahí que la gloria y el reconocimiento, como únicas armas para escapar del olvido, sean los motores de un Matteo que debe aprender a domar su rabia si quiere aprender a torear. Por su parte, ‘Fandango’ es un becerro nacido en las dehesas de Andalucía, un caso excepcional al ser un semental hijo de un toro manso. Pugno trata de construir una suerte de western moderno de tintes trágicos, en el que animal y humano, antagonistas apresados en un ratio de cuatro tercios, no pueden escapar de su destino. El cineasta es preciso en los fragmentos semidocumentales de la película, cuando registra los rituales centenarios relacionados con la tauromaquia y la crianza de becerros, pero se desinfla drásticamente en las instancias de pura ficción. Las relaciones entre personajes, sus intenciones, e incluso sus biografías, son explicadas hasta la extenuación en diálogos forzados (en el mejor de los casos, pues habitualmente se tratan de dilatados monólogos) que tratan de reforzar las tesis de dirección con grandes frases (“no se puede matar a la muerte”). Pugno tampoco termina de encontrar el pulso a la dirección en momentos dramáticos que precisan de cierta sensibilidad, como el suicidio del joven Tejera (resuelto con un plano/contraplano con una ventana cerrada) o la posterior reacción de Matteo, cuando, ciego por la rabia (atención al subrayado), termina por lanzarse contra un cartel del metro que reza “Cumple tu sueño”.
Yago de Torres
Sueños y pan (Luis ‘Soto’ Muñoz). SEFF 2023 – Panorama Andaluz
Pudiera parecer que el prologo de Sueños y pan es material sobrante, que no hace ninguna falta. Luis ‘Soto’ Muñoz arranca su evocadora reinterpretación en blanco y negro del cine quinqui con un texto. El plano inicial es una imagen estática, un escrito con letra infantil que, además, es leído por la voz despreocupada de un niño. La misma advierte que la película que vamos a ver fue rodada entre 2020 y 2021 por un grupo de amigos, en sus ratos libres, mientras se dedicaban a otras cosas. A medida que avanza el metraje, cada minuto confirma tanto la coherencia como la expresiva mirada hacia la escasez de recursos y oportunidades de unos jóvenes de extrarradio madrileño. Que prácticamente todo lo que suceda en pantalla sean elecciones afortunadas y que nunca se diluya ese tono juguetón de debut inocente (ni siquiera cuando la cosa se pone más seria) hace que resuene más fuerte aún la pregunta inicial: ¿por qué Luis ‘Soto’ Muñoz opta por ese arranque en forma de aviso a navegantes? Hay cinefilia en vena. Ecos a Buñuel, Saura y gusto por retomar algo del espíritu de aquellos nuevos cines europeos que nos hicieron disfrutar y sangrar ríos de tinta. Nada de esto justifica el principio del film. La respuesta viene por otra vía.
Sueños y pan habla de Javi y Dani: dos chicos de veinte años que roban un cuadro para venderlo. Además de abordar todo el trasfondo social, y la relación de ambos con su amiga treintañera y su hijo pequeño, lo más interesante de la película es que el argumento, la trama y sobre todo la puesta en escena componen una reflexión muy completa sobre lo absurdo del elitismo del arte. Los dos amigos no tienen ni idea de qué es exactamente lo que han robado. Pasean por todo Madrid para descubrirlo y hasta indagan en una galería de arte de uno de esos barrios pudientes que los ayuntamientos saben cuidar mucho mejor. Sueños y pan se va revelando así, sin moralismos ni egos, como ese arte que cuestiona al arte y a nuestra manera de mirarlo ¿Puede una película hecha por un grupo de amigos en sus ratos libres ser arte? Es en este ejercicio metacinematográfico, en este cuestionamiento, en el que la cinta se potencia a sí misma dando sentido entonces a su inicio.
Primer largometraje producido por Mubox (productores del corto, también de inspiración fotográfica en blanco y negro, Olores de Alba Esquinas), Sueños y pan se llevó el reconocimiento de mejor película nacional en el Atlàntida Mallorca Film Fest 2023. Ahora su inclusión resulta un acierto de la sección Panorama Andaluz del Festival de Sevilla. Y es que en Sueños y pan hay tensión dentro del plano, hay otro encuadre dentro de cada encuadre, hay discurso existencialista sobre la falta de rumbo y hay barrio (La Elipa, San Blas, Vallecas, Entrevías, Tetuán…). La obra de Luis ‘Soto’ Muñoz, que es irregular e imperfecta y carece de unidad en algunos de sus bloques, acierta cuando hace cosas como presentar a sus dos personajes tumbados sin camiseta con lo que parece el rumor del mar de fondo. Realmente Javi y Dani están en la azotea de un almacén abandonado, con los pies colgando y mirando a las nubes. No hay océano, pero hay hoguera de San Juan de descampado y respuesta a qué era aquel enigmático cuadro que habían robado. Poco después un niño que monta en bicicleta tendrá que dejar a todos esos personajes atrás para intentar salir adelante.
Raquel Loredo
Disco Boy (Giacomo Abbruzzese). SEFF 2023 – Nueva Olas
El primer largometraje de ficción de Giacomo Abbruzzese sigue el viaje interior y exterior de Aleksei (Franz Rogowski), que deja su Bielorrusia natal para alistarse en la Legión Extranjera, donde, sin hacer demasiadas preguntas, puede conseguir el permiso de residencia y la nacionalidad francesa. Su historia se cruza con la de Jomo, que forma parte de una guerrilla en Nigeria y su hermana Udoka, que sueña con abandonar el país. A través de los destinos entrecruzados de los tres, Abbruzzese indaga en qué significa ser el otro, el extranjero, el inmigrante que deja su casa para tratar de integrarse en otra comunidad. Con estas coordenadas, es inmediato señalar a la cineasta Claire Denis como un claro referente. Porque además de la Legión Extranjera, en Disco Boy está presente el baile (acompañado de la música de Vitalic, con esos acordes de música disco que parecen no terminar nunca de estallar), como movimiento liberador e integrador que sirve, además, para unir los mundos de los personajes. Acaso no son los tres proyecciones de ese extranjero único sobre cuya identidad se cuestiona Abbruzzese. “Fuera de la Legión no eres nada, eres un fantasma, un clandestino”, dice un cargo militar en un momento de la película. Quizá esté ahí la clave de ese desdoblamiento que deviene identificación. A partir del encuentro de Aleksei y Jomo en Nigeria, punto de inicio de la metamorfosis, la atmósfera se va enrareciendo (atención a la fotografía de Hélène Louvart, Mención Especial en la Berlinale) y empieza a ser difícil distinguir la realidad de la imaginación. Disco Boy transita por varios géneros y lanza tantas ideas que, al principio, puede generar algo de confusión. Y sin embargo, dicha confusión, más que un defecto, es la mayor cualidad del film, que invita a reflexionar sobre sus muchas posibles lecturas. Abruzzesse bebe dignamente de la fuente de Claire Denis para convertir su película en algo único y con identidad propia.
Elsa Tébar