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Hay directores a los que les basta con un par de recursos para levantar, desde una sencillez solo aparente, monumentos cinematográficos. Pienso en el Hong Sang-soo de Ahora sí, antes no (2015) y el enorme partido que le saca al uso combinado del zoom y la panorámica. Pues bien, Paisajes de resistencia (2021) no se parece en nada al cine del director surcoreano y, sin embargo, el uso que Marta Popvioda hace del fundido encadenado es otro valioso ejemplo de la técnica -del uso de una herramienta de montaje- al servicio de la historia (y, en este caso, también de la Historia). Ayudada en las tareas de escritura por Ana Vujanovic, la realizadora serbia nos habla de Sonja Vujanovic, abuela de su coguionista, partisana comunista en permanente lucha contra los nazis que invadieron Yugoslavia, prisionera en Auschwitz y líder de la resistencia.

El relato de su tortuosa vida, narrado con una claridad por momentos desgarradora, viene acompañado del recorrido por los espacios en los que todo sucedió, lo que emparenta la opera prima de Popivoda con los trabajos de Eric Baudelaire cimentados en la teoría del paisaje de Masado Adachi, como por ejemplo AKA Jihadi (2017). Con el también excelente documentalista Ivan Markovic (From Tomorrow Now, I Will) como director de fotografía, la directora serbia consigue que lo biográfico se hermane con lo histórico y lo personal con lo político, y lo hace, precisamente, a través del primoroso uso del fundido encadenado al que antes aludíamos, instrumento de edición que le sirve para trabajar la superposición espacial pero también temporal y recordarnos la necesidad de no olvidar viejos horrores so pena de resucitarlos. De este modo, el impagable y poderoso testimonio de Vujanovic -que incluye pasajes escabrosos relatados con heladora serenidad- sigue vivo gracias no solo al interés registral de la propuesta sino, sobre todo, a la poderosa apuesta formal de este cautivador documental.