Dentro del género musical, un hombre tiene apariciones de la virgen en. Quizás a algún lector esta idea les lleva a pensar con que estamos ante una versión francesa de La llamada, el musical de Javier Ambrossi y Javier Calvo. Nada más cercano a la realidad. Porque Tralala es, ante todo, una película de los hermanos Larrieu, dos cineastas a contracorriente -buen ejemplo de ello sería su largometraje, estrenado en 2009, Los últimos días del mundo– que hacen un cine marciano, contra todo pronóstico y Tralala funciona como película marciana que es. El actor Mathieu Amalric es un vagabundo que, después de un periplo por Estados Unidos, llega a París, donde un día recibe la aparición de la virgen que lo invita a viajar hasta Lourdes. En Lourdes pierde su guitarra que es sustituida por un ukelele, encuentra a su madre y de forma progresiva recupera, tanto su vieja identidad, como a su familia perdida. Tralala va avanzando como un musical lleno de canciones más o menos inspiradas, donde, tras una primera parte brillante e iconoclasta, puntuada por el kitsch religioso de Lourdes, pasa a una segunda más centrada en la reconciliación familiar, algo más insulsa, pero que posee los mejores números musicales. Y aunque se trate de una cinta enmarcada en el género musical, Tralala no conecta ni con el cine de Jacques Demy, ni con ninguna tradición del género. En definitiva, un ovni en el mejor sentido del término.
Àngel Quintana