Las referencias fílmicas son claras y están a la vista: David Cronenberg (Crash) y Claire Denis (Beau travail). Las referencias culturales y sociológicas también: el ‘body art’, la ‘nueva carne’, las fluctuantes identidades de género, la celebración del transformismo. Es indudable que Julia Ducournau (Crudo, 2016) sabe lo que quiere y lo que busca. Y sabe también cómo darle forma: la ‘metalización’ de las imágenes, la atmósfera cool, los cuerpos violentados, rasgados y mutilados, los tour de force supuestamente transgresores (el coito de la protagonista con el coche, el vientre de titanio que engendra una ‘nueva’ criatura, los asesinatos gore, los bailes frenéticos), pero sucede aquí, de nuevo, que todo este envoltorio conceptual (que dará que hablar hasta la extenuación, y que centrará todas las reflexiones que se acerquen al film sin poner en cuestión su coherencia interna) apenas se sostiene sobre un débil, caprichoso y autocondescendiente armazón narrativo de muy primaria matriz melodramática: la figura andrógina olvidada por su padre en busca de un progenitor adoptivo, la reunión de dos seres heridos que arrastran una dolorosa pérdida a modo de espejo invertido (el padre sin hijo, la hija sin padre). La brillante y ampulosa puesta en escena (reforzada por una concepción de la banda sonora que subraya constantemente las altas pretensiones conceptuales de la propuesta) no consigue hacer olvidar los giros caprichosos del guion, las licencias narrativas que se toma la directora, las incoherencias dramáticas que saltan casi a cada cambio de secuencia.

Se dirá que estamos ante una película de género (un híbrido de horror movie y metal sci-fi), pero esto solo es excusa para el mal cine de género. Y Titane no es una mala película, pero sí un trabajo que sacrifica el rigor interno en aras de una pomposa conceptualización formalista. Ahí es donde Julia Ducournau acaba perdiendo los papeles al tomarse demasiado en serio una mera acumulación de guiños culturales, de conceptos high tech entreverados de androginia, figuras transgénero, identidades líquidas y fusiones entre materias. Condenada a convertirse en una película de culto por parte de los círculos cinéfilos afines al género (o por seguidores de Nicolas Winding Refn) y carne de hype antes de su proyección, la propuesta solo resulta transgresora (por mucho que se empeñen sus propagandistas, que la venderán de esta manera) para mentalidades pacatas y desfasadas, para una mirada conservadora que se deje provocar por los supuestos ‘momentos fuertes’ de un film que podría haber sido hasta divertido si Julia Ducournau tuviera un mínimo sentido del humor y un poco de capacidad autocrítica para distanciarse de una historia en el fondo bastante banal y casi folletinesca, envuelta en lujoso papel couché para hacerse valer como ‘alta cultura’.

Carlos F. Heredero

Antes de que algunas películas lleguen a estrenarse, el murmullo mediático ya las ha consagrado como objeto de escándalo, convirtiéndose en aquella película que es preciso ver para poder abrazar los límites del propio cine. Titane de Julia Ducournau es la película hype del festival pero, afortunadamente, con ella no llego el escándalo. No es la clásica obra vacía que ha sido engordada desde la nada, sino una experiencia de cine radical cuyo interés no reside en lo novedoso de la propuesta sino en el modo como abraza y condensa algunos hallazgos estilísticos de cierto cine contemporáneo.

Si tenemos que establecer una cronología de la Titane de Ducournau veremos que esta comienza en el momento final de Videodrome, donde desde una pantalla de televisión se daba la bienvenida a la nueva carne. La nueva carne de Titane es la de una niña que tiene un accidente de coche y su carne es mitad biológica y mitad de titanio. Por este motivo, su sexualidad pasa por hacer el amor con las máquinas y con los coches. Alexia se convierte en una auténtica transformer. A partir de este momento, Titane establece claros vínculos con Crash de David Cronenberg. Alexia, la protagonista, no puede tener deseo carnal y se convierte en una psicópata que destruye a todos los que se cruzan por su camino. Durante media hora nos encontraremos ante una implacable película con psycho-killer femenina. Pero de repente, Titane muta, al igual que su protagonista. Alexia observa que está embarazada y ve como crece su vientre. La mujer disimula su sexo, se transforma en un personaje transexual que esconde sus senos y su embarazo. En este contexto es adoptada por un padre bombero y heroinómano. La mujer transexual acaba penetrando en el interior de un universo masculino en el que establece una fuerte relación de atracción con una nueva figura paterna. Julia Ducournau crea dos puentes fundamentales en la segunda parte de la película. El primer puente aparece anunciado al inicio de la cinta cuando vemos que el director Bertrand Bonello hace un pequeño cameo como padre biológico de la niña. Bonello presentó en Cannes de 2003 su película Tiresia, partiendo del mito griego del que es a la vez hombre y mujer. La segunda referencia que atraviesa la película es el cine de Claire Denis. La historia del psycho-killer remite a J’ai pas sommeil, mientras que la fascinación por el cuerpo masculino como cuerpo de la alteridad y la descripción de un mundo de hombres no es más que una variante de Beau Travail. Cronenberg, Bonello y Denis acaban dándose la mano en una propuesta visualmente potente que ante todo constituye una reflexión sobre la representación del cuerpo en el cine actual. No se trata de un hype para públicos posmodernos, sino de una obra que recicla cierto cine reciente para abrir un camino propio de gran potencia visual.

Àngel Quintana