Carlos F. Heredero.
El estreno de Lazzaro feliz, la brillante fábula de Alice Rohrwacher bajo cuyo pretexto argumental reverbera el mito bíblico de la resurrección, ofrece de forma inesperada al estreno-acontecimiento de Al otro lado del viento una resonancia singular.
El ingenuo, silencioso y angelical protagonista de la película italiana que ocupa nuestra portada muere en un tiempo pretérito (una época de relaciones feudales, en la que los aparceros rurales son explotados por una oligarquía parásita que ni siquiera les ofrece un salario) y resucita en un tiempo contemporáneo, ahora que los antaño campesinos –‘salvados’ de su esclavitud por el estado– han devenido indigentes y pícaros que malviven entre los suburbiales desechos urbanos del capitalismo moderno.
La película de Orson Welles, que el director de Ciudadano Kane comenzó a rodar en 1970, ‘murió’ metafóricamente hacia 1974 sin llegar ni siquiera a ser ensamblada ni terminada por su autor. Eran las fechas del New Hollywood, tiempos de renovación generacional y de ocaso crepuscular para los grandes y escasos cineastas supervivientes del clasicismo, entonces ya tan desplazados del mainstream y tan desconcertados ante los nuevos paradigmas como el Jake Hannaford interpretado por John Huston en Al otro lado del viento: una obra que ‘resucita’ ahora –casi medio siglo después– en un tiempo muy diferente.
Un tiempo en el que la ingenuidad de Lazzaro ya no parece poder relacionarse con el entorno con la misma armonía que presidía el deambular de la criatura de Rohrwacher durante la primera parte de su film, de la misma manera que Al otro lado del viento ya no puede ser vista, por nuestros ojos contemporáneos, solo como el hipotético –y frustrado– ajuste de cuentas del creador expulsado de Hollywood con las ruinas de aquel universo: un exorcismo concebido y filmado bajo el influjo de la modernidad (de Antonioni a Dennis Hopper).
La ‘reconstrucción’ de Al otro lado del viento coloca ahora en nuestras pequeñas pantallas (dado que solo es accesible desde la plataforma de Netflix) el fantasma de una obra que el paso del tiempo convirtió en mítica, pero de la que, en realidad, solo atisbamos los materiales filmados por Welles en su día, si bien montados ahora por otras manos, sin que podamos llegar a saber –nunca hubiéramos podido saberlo– “qué película habría propuesto Welles de haber podido o querido finalizar Al otro lado del viento”, como dice Esteve Riambau.
Por eso, sin duda, no podemos tomar este film supuestamente ‘resucitado’ como la última palabra del cineasta de Kenosha (nos lo advierte Santos Zunzunegui), pero sí podemos acercanos a sus imágenes para exhumar los restos de aquel Hollywood en apasionante transformación: un universo en el que los viejos y grandes clásicos convivían con los nuevos cinéfilos (ese diálogo que mantienen John Huston y Peter Bogdanovich durante todo el metraje del film) en medio de múltiples convulsiones.
Un ejercicio que nos exige –nos dice Jonathan Rosenbaum– mantener abiertos nuestros sentidos para contemplar hoy las ruinas de Al otro lado del viento como unas imágenes extrañas y llenas de misterio, para preguntarnos quién puede ser realmente ese Jake Hannaford que se nos aparece como un estimulante desafío a nuestra manera contemporánea de ver y de leer el cine, como un enigma tan indescifrable como la mirada del Lazzaro de Alice Rohrwacher.
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📖 Guión y comunicador🎙️: Diego Rufo
🖼️ Imagen gráfica y técnico de grabación: Jaime Garzía
🎛️ Producción de podcast: Iván Patxi Gómez Gallego https://www.ivanpatxi.es
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