“Todos somos marginales”.
José Enrique Monterde.

Su película se inscribe en el muy frecuente “basado en hechos reales…”
Todas las películas están basadas en hechos reales; algunas sobre hechos más conocidos, que salieron en los diarios. Es una manera de atraer al público, pero mi película es más autobiográfica, que no biográfica. Agarré la figura del niño asesino, más inspirada en mi vida y en la literatura de Genet, pues en ningún momento sentí la responsabilidad de ser fiel al personaje real, sino de hacer un homenaje a mi adolescencia.

¿De dónde viene su interés por el personaje real?
Cuando el juez le preguntó porqué mataba a gente dormida, él contestó: “Bueno, ¿quiere que les despierte?” Me pareció que podía construir un personaje entero; como un bebé, con esos rulitos, con esa imagen de propaganda de champú Johnson… muy lejos de la personalidad criminal que propuso Lombroso. Cuando salió este bello niño en todos los medios, casi nadie en Argentina creía que pudiera matar. Es como un momento surrealista, con el mal encarnado en la belleza.

La vocación hacia el delito y el mal, ¿pertenecía al personaje o es aportación suya?
De chico me gustaba entrar en casas vacías y hacerme amigo de lo ajeno. Tuve un amigo con el que vivimos una historia muy intensa, pues su madre nos inició sexualmente; mi film está apoyado en esa experiencia, en la reflexión de dónde termina la libertad y empieza la cárcel, tu propia cárcel.

Y la fascinación por las armas, ya presente en alguna película suya anterior…
No me gustan las armas; estoy siempre a punto de adquirir una, pero no lo hago, pues eso siempre termina matando a alguien o matándote a tí mismo. Cuando está presente un arma, todo es muy distinto, algo dramáticamente enriquecedor. Lo mismo que, como remarcaba Genet, cuando penetraba en una casa, el crujido del piso, la mirada cómplice con su amigo, la presencia de Dios en la noche, el silencio… Todo eso le hacía sentirse vivo y decía que eso era mucho más valioso que el botín.

En anteriores películas ha abordado preferentemente personaje marginales, pero aquí el protagonista pertenece a una familia pequeño-burguesa, estructurada…
Emocionalmente todos somos marginales, sin autorización a blanquear nuestras emociones, aquello inconfesable solo compartible con gente muy próxima. Aquí la marginalidad no viene de la clase social, sino de ser distinto; y más en una época en que manejarse femeninamente para un hombre era más condenable. Casi todos los titulares adjudican sus crímenes a su homosexualidad.

¿’El Chino’ y su extraña familia provienen de un personaje real?
Intuí que él estaba enamorado del Chino; si este tenía relaciones con una mujer, le entraban unos celos espantosos, cometiendo feminicidios tras las violaciones de su amigo. Transformé eso en una historia de amor, de una desilusión posterior, no en la vida de un asesino.

¿Le interesa lo criminal o son los personajes los que le llevan hacia ahí?
Algo me hace pensar –como el Gary Gilmore de La canción del verdugo, de Norman Mailer– que uno nace marcado y no sabe por qué mata. Solo me interesa si no tiene explicación: si alguien está robando por la plata, no me interesa. Cuando era chico, mis amigos entraban a robar y yo me quedaba fuera, sin participar; pero admiraba su valentía, pues tengo cierta afinidad con la gente dispuesta incluso a perder su libertad.

La presencia de una canción como Corazón contento no es casual…
No, no es gratuita. Es más barato, mi padre me hizo un buen precio y por supuesto fecha la historia. Todo ocurre de 1971 para atrás; así permite evitar lo feo que es todo ahora; se perdió el estilo. Y eso es importante, poque el protagonista piensa que está dentro de una película como Grupo salvaje salvaje, Bonnie y Clyde, James Dean, una manera de fumar, de caminar…

Muchos pretenden vincular su película con Tarantino o Scorsese…
A muchos les parece un halago, pero es una hijoputez. Esta película está muy vinculada con mi infancia, por lo que no considero que tenga nada que ver. Solo decidí filmar de manera clásica porque quería que el espectador se coma ese plato sin saber que le podía explotar dentro. Si ya de entrada es muy Gaspar Noé, muy loca, el espectador se percata de que le vas a contar algo que quizás no quiere ver. Prefiero seducirlo con la apariencia de película clásica, más inspirada en Bonnie y Clyde o Malas tierras que en Scorsese y menos en Tarantino.

La selección del actor protagonista…
Quería que el protagonista no fuera ni conocido, ni actor. Buscaba una manera de existir, no una performance, una interpretación. Vinieron mil pibes al casting. Lorenzo fue el primero que ví; tenía una manera de ignorarme muy atractiva que ningún actor haría en un casting. Eso me sedujo y también vi algo en su mirada que me hizo pensar que ese chico podía matarte durmiendo.

Entrevista realizada en el Festival de San Sebastián, el 28 de septiembre de 2018.