Organizada de forma explícita como un debate meditativo sobre la manera de afrontar dignamente el final de la vida, la nueva película del director de Z (1969), Missing (1981) o La caja de música (1989) no esconde su armazón narrativo: una serie de encuentros que un doctor especialista en cuidados paliativos y un filósofo amenazado por una posible enfermedad terminal mantienen con varios pacientes para mostrar los diferentes retos y desafíos a los que nos enfrentamos cuando la certeza y la proximidad de la muerte se instalan en nuestra realidad corporal y en nuestra conciencia. La película resultante no es tanto un propuesta cinematográfica como un debate intelectual que se aborda con la voluntad expresa de pasar revista al amplio y complejo abanico de cuestiones éticas, médicas, legales y sociales que irremediablemente subyacen bajo este tipo de situaciones.

La propia ambición conceptual de la propuesta hace muy difícil, por no decir imposible, que tales premisas puedan incardinarse, de manera orgánica, dentro de una ficción narrativa capaz de desplegar su propia autonomía dramática en la pantalla. De ahí que la película se presente a sí misma, sin apenas disimularlo, como una mera ilustración de esa variedad de situaciones, a partir de diferentes escenas con distintos enfermos. La perspectiva desde la que se reflexiona sobre todo ello es ejemplarmente humanística y nos concierne a todos, aunque la puesta en escena y los ejemplos escogidos acaben por desvelar un espectro social burgués y de clase alta, por desgracia muy lejos de la realidad social a la que puede tener acceso la mayoría de la población. Tan bienintencionada y tan irreprochable en su aproximación ética como ortopédica y casi primaria en lo estrictamente cinematográfico, Le Dernier souffle debería ser, en cualquier caso, de proyección obligatoria en todos los ámbitos de la sanidad y de la educación pública.

Carlos F. Heredero