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El número pasado cerramos este editorial con el ejército israelí a las puertas de Gaza. Hoy, cuando el genocidio del pueblo Palestino alcanza el horror más infausto y siniestro, no permanecemos ajenos. Tal y como hicimos cuando Estados Unidos invadió Irak (2007), cuando tuvo lugar la Primavera Árabe (2011) o hace apenas un año y medio, cuando estalló la guerra en Ucrania (2022), buscamos aportar ahora nuestro grano de arena a una reflexión ineludible y urgente que reconducimos, como no puede ser de otro modo, a nuestro particular campo de pensamiento. Lo hacemos a través de un texto esencial con el que Javier H. Estrada recorre la historia de un cine palestino forzado desde 1948, cuando se proclama el Estado de Israel, a expresarse desde el exilio, a superar los obstáculos cotidianos que implica habitar un territorio permanentemente ocupado y, sobre todo, a sobreponerse, una y otra vez, a las agresiones constantes de una sociedad en conflicto ininterrumpido. Pero el cine palestino refleja a su vez algo mucho más terrible y doloroso como es la necesidad, a la que se ve abocado aquel pueblo, de autoafirmarse y de cuestionar su propia identidad cuando su continuidad está siempre bajo amenaza.
A fecha de cierre de este número de la revista otras cuestiones de la actualidad política internacional marcaban el paso. Y así, mientras el ultraderechista argentino Javier Milei celebraba eufórico su victoria, varios gobiernos europeos, entre los que se encuentra el de la populista italiana Giorgia Meloni, endurecían sus políticas migratorias o la Agencia Estatal de Investigación anunciaba el impulso a la financiación de proyectos que colaboren a combatir las fake news. Y resulta de nuevo interesante comprobar las distintas formas de diálogo que es siempre posible establecer entre el tejido político y la creación artística. Porque aunque el contexto de las elecciones en Argentina no formaba parte del discurso de Los delincuentes cuando esta fue concebida, el estreno justo ahora de la película de Rodrigo Moreno (a la que dedicamos especial atención) hace que su particular propuesta de reflexión abierta sobre el concepto de libertad, reapropiado perversamente por la ultraderecha como lema político, adquiera una resignificación mucho más imperiosa y profunda. Además, el odio y el maltrato que la política italiana inflige a día de hoy hacia el ‘otro’ (hacia la alteridad, sea esta cual sea) reverbera a su vez en la trayectoria de Marco Bellocchio, del que ahora se estrena El rapto, una nueva mirada incisiva hacia la Historia política de su país que tiene precisamente como eje esencial la reflexión sobre el abuso de poder (católico en este caso) sobre las minorías. Por su parte, la retrospectiva integral que el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y Filmoteca Española dedican al británico Peter Watkins, crítico acérrimo de la manipulación de los medios de comunicación de masas (y del que publicamos en exclusiva un artículo al respecto), revela la actualidad de un asunto, el de la desinformación, sobre el que el cineasta lleva años alertando.
Y sin embargo, frente al desconcertante y casi siempre pavoroso territorio de la actualidad, siempre nos quedará el refugio acogedor de la poesía. Lo defiende Moreno en su película como espacio de descubrimiento y evasión. Pero también el que es el gran protagonista de este número, Aki Kaurismäki, ahora que se estrena su esperada nueva película Fallen Leaves. Con él mantiene Jaime Pena la que es la única entrevista concedida a un medio internacional fuera de Finlandia. Una verdadera exclusiva, valiosa no solo por la luz que arroja sobre la propia película sino sobre todo por su capacidad para acercarnos a un cineasta que se expresa hablando igual que cuando rueda: despojado, conciso, esencial y siempre irónico. Algunas de sus reflexiones nos sirven además como cierre para este texto. “La guerra está en todas partes”, afirma el cineasta. Y añade: “Siempre hay una guerra que desplaza a otra en el interés de los medios de comunicación”. En la vida de los personajes de Fallen Leaves, como en la de todos, la guerra forma parte de lo cotidiano y aunque aparece de fondo, en aparente segundo plano, está, efectivamente, en todas partes.

Jara Yáñez