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Hacia el final de Herself, uno de los personajes hace alusión a una expresión irlandesa ‘meitheal’ para referirse a lo que estaban viviendo. Gente que se une a ayudar a otra gente. Frase bienintencionada que concentra la esencia del film con todo lo que ello conlleva. La cinta de Phyllida Lloyd no huye de lugares comunes, ni si quiera los esquiva, al retratar la historia de superación y superviviencia de una víctima de malos tratos. Una estructura convencional, una narración que no hace alardes formales la mayor parte del tiempo y el convencimiento de que las historias pueden ahondar en el reverso luminoso de un suceso devastador son los elementos con los que la realizadora aborda este drama social naíf pero honesto.

Aunque el factor emocional esté siempre presente, hay una intención quizá más interesante, y que tiene que ver con la construcción del personaje de Sandra, la protagonista: una víctima de violencia machista que se reinventa para que esa vivencia no condicione su vida ni la de sus hijas. Una y otra vez, Sandra revive el violento episodio con el que comienza la cinta cuando la ansiedad o el miedo se apoderan de ella. Los flashbacks entrecortados y fugaces que muestran la tragedia son similares pero con pequeñas variaciones que van ampliando su sentido y su relevancia. Destaca la interpretación de Clare Dunne, capaz de transmitir determinación y valentía en una actuación rebosante de sensibilidad pero también de fortaleza. Herself es, por tanto, una esperanzadora llamada al empoderamiento femenino y también un alegato sobre la sororidad. Una metáfora tan simbólica como literal acerca de ser el arquitecto del propio destino. Porque más necesario que contar la historia de quienes destruyen a otros es fijar la mirada en aquellos que llevan ese adagio irlandés (gente ayudando a otra gente) como bandera.