En la serie de Rodrigo Sorogoyen conviven con dificultad dos propuestas narrativas diferentes: un thriller de investigación con tintes de noir conducido por una mujer policía sobre un trasfondo de la especulación urbanística en connivencia con poderes fácticos de las fuerzas del orden, y un retrato conductista de un grupo de antidisturbios, de su machista camaradería, su día a día laboral, su brutalidad y sus miserias. El problema es que ambas propuestas se estorban mutuamente y, lo que todavía es peor: tienen efectos más que problemáticos la una sobre la otra.

La primera aquí citada tiene su principal punto de apoyo en el personaje de Laia (espléndida Vicky Luengo en su dureza y en su fragilidad simultáneas). Ella es la policía de Asuntos Internos –obsesiva y rígida en su concepción de la justicia y en su ambición moral– que investiga la corrupción en el interior del cuerpo. Pero el desarrollo de esta trama apenas ofrece mucho más que una intriga policíaca como hemos visto ya mil veces antes y, además, se ve interrumpida de manera bastante mecánica por el itinerario de la segunda línea narrativa (la primera en aparecer).

La serie comienza, de hecho, con la impactante secuencia del desahucio ejecutado por los antidisturbios protagonistas, donde la fisicidad, la intensidad y la fuerza visual se imponen en la pantalla y avanzan una promesa luego incumplida, porque –al cruzarse la investigación policial de la otra trama– los agentes machistas, violentos y groseros terminan siendo presentados como las pobrecitas víctimas de la corrupción empresarial e institucional.

Así es como, poco a poco, el punto de vista de los autores sobre los agentes acaba por difuminarse cuando no por situarse sentimentalmente a su lado, todo ello fomentado por la utilización indiscriminada y casi siempre gratuita del gran angular y de una caprichosa inyección de intensidad y dilatación temporal en algunas secuencias. Al final, las determinaciones del guion se imponen en todo momento sobre las imágenes, destino maldito de tantas series formateadas al gusto de las televisiones