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Hay una escena escalofriante en esta película, de la que debería surgir todo el relato que le da forma: la protagonista, una adolescente que vive sojuzgada por su padre en Osetia, le enseña a un amigo unas cicatrices que le atraviesan el vientre, producto –dice– de cuando la hicieron saltar por los aires, en su escuela, tras ser apresada como rehén en un secuestro. He ahí la metáfora perfecta de una tierra maldita, inclemente, cuya violencia que no acaba parece manar incesantemente de sus tradiciones y de su dinámica sociopolítica: el machismo, la endogamia, la familia como estructura cerrada y asfixiante. No es de extrañar, en este sentido, que Ada, la protagonista, se esté acercando peligrosamente a la locura, prisionera tanto de un padre que supuestamente abusa de ella como de dos hermanos que no terminan de definirse al respecto.

Unclenching the Fists parece inclinarse a veces por ese narrativa típicamente postsoviética, caótica y delirante, que ya hemos visto, en esta misma sección del festival, en películas como Bad Luck Banging or Loony Porn o Petrov’s Flu. En lugar de ello, por desgracia, la ópera prima de Kira Kovalenko oscila entre una atractiva estructura fragmentaria y una dramaturgia más convencional, sin acabar nunca de encontrar un tono que dé sentido a ninguna de ellas. Eso la lleva a utilizar trucos de guion indignos de sus pretensiones, como el asunto del pasaporte que el padre oculta a la hija, o escenas demasiado explícitas y evidentes: la parte final, por ejemplo, mezcla una disolución de la imagen de gran inventiva visual con una resolución narrativa más bien pedestre que deja en evidencia que el próximo envite de Kovakenko consistirá en elegir, algún día, entre el cine de fórmula festivalera y un mundo propio e intransferible que aquí se apunta en abundancia pero muy pocas veces toma forma.