Ganador en San Sebastián del Premio del Público a la mejor película europea en 2017 con Custodia compartida, el francés Xavier Legrand ofrece con este segundo largometraje suyo una mecánica indagación en el tormento interior de un famoso diseñador de alta costura en París cuando tiene que regresar a Montreal para organizar el funeral de su padre. Un hallazgo terrible en la casa paterna empuja al protagonista hacia una deriva enloquecida mientras el director parece complacerse en mostrar cómo su personaje, paso tras paso, va tomando siempre las decisiones equivocadas, cómo es de débil y de cobarde, cómo de miedoso y cómo de egoísta a la vez que el relato se adentra en las aguas pantanosas de un thriller oscuro que avanza en todo momento a golpe de guion (mal endémico de tantas y tantas ficciones que se quieren serias y pretenciosas). Poco más hay en una propuesta narrativa muy evidente (incluida la larguísima secuencia inicial en el desfile de modas en espiral, explícita metáfora de la mente del protagonista) y en una película que solo se muestra sutil y elíptica en una resolución final que anuncia, con un único plano, la solución a la que se ve abocado su desdichado protagonista. Carlos F. Heredero