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“Esta película va a cruzar el texto Espuma de mar de Pavese [uno de los capítulos de Diálogos con Leuco, de 1947] con algunos poemas de Safo y otras varias notas al pie”, explica la voz en off narrativa de Agustina Muñoz que guía el film y que apenas unos minutos antes ha explicado también que se encargará de poner voz a una estudiante de biología que se quedó fuera de casa porque la novia le cambió la cerradura. Dos mujeres, María Villar y Gabi Saidón, se convierten después en Safo y Britomartis, respectivamente, cuando sustituyen su nombre en los contactos de un teléfono móvil que vemos en pantalla. Y de este modo persona y personaje se funden y confunden para establecer un diálogo, el que propone Pavese en su libro, pero también el que propone Piñeiro a partir, precisamente, del registro del propio libro, de sus páginas, de su materialidad. Tú me abrasas es un apasionante ensayo impresionista, un juego experimental, una fabulación que no solo pone en primer término el proceso creativo de la propia película (“con este capítulo podría hacer un corto”, leemos y escuchamos al inicio y, después, durante el coloquio posterior al estreno, Piñeiro revelará que también filmó un corto adicional, un “Prefacio” que aún no sabe qué destino tendrá), sino que propone además una apasionante búsqueda en torno a las posibilidades audiovisuales de adaptación a partir de textos literarios, el terreno creativo en el que siempre se mueve el cineasta argentino. Pero si hasta ahora, o al menos desde Rosalinda (2010), ese terreno se circunscribía preferentemente a Shakespeare y al teatro, en Tú me abrasas no solo deja de lado al autor inglés sino también la representación escénica. Filmada con una Bolex, con sus planos de menos de medio minuto, sin sonido sincrónico, su referente ahora es más bien el cine experimental, recordando unas veces los diarios de Robert Beavers, otras las apuestas formalistas sobre el lenguaje de un Hollis Frampton. Si en sus películas a partir de las obras de Shakespeare Piñeiro jugaba con los textos repetidos una y otra vez en los ensayos, el montaje de Tú me abrasas opera ahora el mismo efecto, tanto con los textos como con las propias imágenes, filmadas por medio mundo, entre Argentina, Italia y España (San Sebastián). Es así cómo Tú me abrasas crea sorprendentes e imaginativas rimas o cómo una mera palabra (pongamos “dañina”, por ejemplo) adquiere un significado y unas resonancias que agujerean la pantalla y nos descubren un nuevo universo, ese al que se ha abierto el cine de Piñeiro.

Jara Yáñez y Jaime Pena