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Cuando alguien pregunte qué es el cine político, mi recomendación es que se pase por DIRECT ACTION. Retrato de la ZAD (zone à defendre) de Notre-Dame-des-Landes, todo en esta película de Guillaume Cailleau y Ben Russell parte de los elementos más simples, por ello también los más radicales y los más políticos. Empezando por su propio inicio, con esa pantalla de ordenador con múltiples carpetas en las que se van seleccionando un tanto aleatoriamente archivos de vídeo que reconstruyen las luchas a lo largo de los años de los habitantes de la zona en contra de la construcción de un gran aeropuerto, proyecto finalmente desechado por Macron en 2018. Pero en Notre-Dame-des-Landes siguen viviendo granjeros, ganaderos, ecologistas, squatters… que la cámara de Russell recoge en sus distintas actividades cotidianas, siempre en largos planos-secuencia y en cine, potenciando la cualidad granulosa de la imagen: un plano para el granjero que ara la tierra, un plano para unas manos que amasan el pan o para una mujer afilando una motosierra (de todo se aprende). Son estas actividades la que ocupan buena parte de la atención de Cailleau y Russell, pero también las lúdicas (ese concierto filmado desde debajo de las piernas de un cantante punk o una desigual partida de ajedrez) o las asambleas y los preparativos para el activismo. Es esta diversidad la que proporciona a DIRECT ACTION una ligereza poco habitual en estas películas observacionales de planos fijos tan largos y duración tan extensa (más de tres horas y media), pero es que hasta el plano más austero, uno de la lluvia cayendo sobre unos coches abandonados, se aprovecha para recomendar un descanso de cinco minutos. Es esa diversidad, pero también una calculada progresión que conduce a una hora final magistral, con las protestas y los enfrentamientos con la policía. Hay al menos dos planos extraordinarios. En el primero vemos cómo los manifestantes, cientos o miles, van llegando al lugar de la protesta, un campo cultivado, donde les espera la policía, entrando en cuadro por la izquierda, mientras vadean una acequia. Poco a poco los manifestantes van ocupando todo el punto de vista de la cámara sin que, a los pocos minutos, ya podamos ver ni el campo ni a la policía: una ocupación visual en toda regla. El segundo sucede en el fragor del combate, con el humo de los gases que lanza la policía y que nos retrotrae a las imágenes del Mayo del 68. La cámara, siempre fija, de ahí el hallazgo del plano anterior, se mantiene a cierta distancia, con un ligero efecto de teleobjetivo. Una mujer, indignada, se lo reprocha: “¿Qué estás filmando? Nos es aquí donde debes filmar”. El cine político es esto: saber dónde colocar la cámara y DIRECT ACTION es toda una lección de dónde colocar la cámara y qué filmar. Aunque algunos no lo entiendan.

Jaime Pena