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Otra más (y ya van varias) de las películas presentes en este festival que, hasta el momento, se hacen valer más por sus buenas intenciones temáticas que por el relieve o la entidad de sus formas estilísticas. En este caso, por la denuncia de las rígidas leyes patriarcales que siguen haciendo posible, al mismo tiempo, la violación de las mujeres, la prohibición y la persecución del aborto y la ablación del clítoris, celebrada como una exultante fiesta familiar y social en la que el cabeza de familia reparte alegremente billetes a las mujeres que cantan para acompañar la ablación de su hija. Estamos en el Chad africano, de donde es originario el cineasta (radicado en Francia desde 1982), cuya historia se centra en los afanes de una joven madre soltera cuya hija ha quedado embarazada como resultado de una violación y cuya sobrina (una niña de diez años) es sometida a la barbarie de la ablación. No hay mucho más en una película de realización tan correcta y esmerada como plana y carente de espesor, sin resquicios para la ambigüedad o para la complejidad más allá de lo evidente. Transparente, didáctica, sencilla y convencional, su presencia en la sección oficial es otro más de los caprichos injustificables de la dirección de un certamen que, en este caso, parece quedarse con buena conciencia por haber cubierto la ‘cuota africana’ aunque eso sí, de mayoritaria producción francesa.

Carlos F. Heredero

¿Es una buena película una obra que es incapaz de ir más allá de las buenas intenciones, o responde a una determinada operación de marketing festivalero que busca la adhesión de un público solidario? Las dudas surgen después de ver Lingui de Mahamat Saleh Haroun, una película realizada en el Chad por un director del país, con producción y equipo técnico francés, que habla de la situación terrible que vive la mujer africana. La película se centra en la historia de Mamita, hija de una mujer que fue abandonada por su marido antes del nacimiento. Mamita tiene quince años y ha quedado embarazada. No sabemos cual es el motivo del embarazo, pero tenemos claro que acabará siendo lo que a priori habíamos intuido. A partir de este núcleo dramático Lingui narra el periplo de la protagonista para poder llevar a cabo un aborto clandestino en un entorno en que es duramente perseguido. El relato se completa con la búsqueda del dinero y la solidaridad con otra mujer que no quiere que su hija se someta a la ablación del clítoris a pesar de la presión de su marido. La película avanza como una conspiración de mujeres contra el poder de un patriarcado ancestral y propone una búsqueda de la liberación. Todos los elementos con los que juega Lingui buscan la empatía con un espectador concienciado, pero es preciso preguntarse si el guion de la película tiene intersticios, si los personajes poseen complejidad y si más allá de la denuncia existe algo más que permita que la película vuele por si misma. Al final, después de pensar un poco la película persisten ciertas dudas, aunque también la certeza de que su guion ha sido formateado a partir de una estudiada plantilla.

 Àngel Quintana