Para quien esto escribe, quizá la película más misteriosa y más secreta, con más capas y con más sugerentes lecturas cruzadas entre todas las que llevamos vistas hasta ahora en la sección oficial del certamen. Con una producción independiente y humilde, con materiales que, en su origen, parecen propios de tabloides sensacionalistas y de culebrón televisivo de sobremesa, Todd Haynes se acerca de nuevo a uno de sus territorios predilectos (la figura del ama de casa norteamericana, su imaginario vital y las contradicciones sobre las que construye su existencia: Mildred Pierce, Lejos del cielo, Safe), pero esta vez lo hace de manera oblicua y mediante una estructura de estirpe bergmaniana (con Persona inevitablemente en el horizonte), sostenida sobre la relación que establece una actriz (Elizabeth Berry: una magnífica Natalie Portman) con una ama de casa (Gracie, gentileza de la siempre sensible Julianne Moore) encarcelada en su día por mantener relaciones sexuales con un adolescente de trece años con el que aparentemente convive feliz desde hace más de veinte. Una mujer a la que debe interpretar en un próximo telefilm, por lo que se acerca a ella, a su rutina diaria y a su entorno familiar con la finalidad de recabar información para componer después el personaje.
Estamos así, dentro de la diégesis narrativa, ante un proceso de vampirización progresiva por el que la actriz absorbe paulatinamente la personalidad de su objeto de estudio (la mujer a la que debe interpretar), pero el sofisticado trabajo de Todd Haynes va mucho más allá, porque a la postre su propia película es también –como ya sucedía en Lejos del cielo– una relectura notablemente vampírica de otro modelo narrativo precedente (aquí, la soap opera televisiva sobre materiales de derribo), al que las imágenes de May December se acercan sin un ápice de distancia irónica y sin mirarlo por encima del hombro, sin ningún rictus de superioridad, pero también dejando al descubierto la naturaleza del mismo y de sus códigos. El resultado es una obra mucho más estilizada y ‘fina’ de lo que aparenta, un minucioso y placentero trabajo del cineasta con dos grandes actrices (marca de la casa) y un relato con mucho recovecos secretos que solo pierde de manera intermitente el foco cuando la narrativa abandona el punto de vista de las dos mujeres para entretenerse fugazmente con otros personajes. Carlos F. Heredero
¿Es posible llevar a cabo un cruce entre Persona de Ingmar Bergman y Le Soufle au coeur de Louis Malle, utilizando la banda sonora de El mensajero de Josep Losey como transfondo? El cocktail parece imposible, pero Todd Haynes se atreve y lo consigue. El lado bergmaniano de la película surge a partir del personaje de una actriz (Natalie Portman) que debe vampirizar a un persona real, Elisabeth (Julianne Moore) a la que hemos visto fotografiada en la cárcel con un bebé en brazos y cuya historia turbulenta debe dar lugar a una ficción cinematográfica. La actriz quiere saberlo todo de la mujer, quiere entender los motivos de la historia. En la exploración de estos motivos es cuando May December se cruza con la película de Louis Malle sobre los amores entre una mujer madura y un adolescente o con Verano del 42 de Robert Mulligan. En May December, Elisabeth –nombre que remite a la Liv Ullman en Persona– se enamoró a sus 37 años de un chico de trece del que quedó embarazada. El escándalo de esta relación a contracorriente sirvió para que la mujer fuera acusada de corrupción de menores, fuera encarcelada y su nombre se convirtiera en carnaza para las revistas del corazón. Todd Haynes utiliza el personaje de la actriz para intentar explorar lo que realmente ocurrió, pero en ningún momento deja que surja una verdad imposible, prefiere situarse en el territorio de las ambigüedades, dejar que cada uno explore sus razones. En una carta de la época se habla del derecho a amar más allá de las edades y de las contradicciones del deseo. En otros momentos quizás tenemos conciencia de que hubo alguna perversión. También conocemos la existencia de una historia oscura entre hermanos situada en el pasado y tomamos conciencia de que había algo siniestro en la historia del joven adolescente. A Todd Haynes no le importa detallar lo que realmente ocurrió ya que no estamos ante una película de investigación, sino ante una historia de vampirización. El pasado está perdido y es preciso reconstruirlo, pero para asimilar el pasado la actriz que debe encarnar a Elisabeth debe atrapar algo que está en lo más profundo del personaje y debe conocerlo todo, aunque este factor la lleve a atravesar extrañas fronteras. Todd Haynes construye una película sólida, llena de múltiples huecos. Una obra que juega con cierto riesgo pero que al final da la sensación de que algo se ha escapado, que la complejidad de los materiales puestos en juego no le permite redondear la película, que falta algo quizás porque algo se pierde entre los engranajes del relato, en sus ambigüedades. Àngel Quintana