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¿Adónde ha ido a parar últimamente el supuesto realismo de aquel ‘nuevo cine rumano’ de principios de este siglo? Por un lado, Malmkrog, de Cristi Puiu, optó hace poco por una estilización llevada al límite, en el umbral de la abstracción. Por otro, Bad Luck Banging or Loony Porn, de Radu Jude, se sitúa en el lado opuesto y convierte una anécdota que podría haber dado lugar a una crónica testimonial en un sorprendente mejunje en el que conviven la fábula sarcástica, el ensayo de inspiración brechtiana y el teatro de cachiporra. En el punto de partida, una maestra debe someterse al escrutinio de la escuela donde trabaja, y de los padres de sus alumnos, cuando el vídeo casero de naturaleza porno en el que aparece con su marido empieza a circular por Internet. En el de llegada, ese acontecimiento más bien nimio da lugar no solo a toda una especulación sobre los límites del derecho a la intimidad, sino también a una visión sarcástica del viejo conflicto entre realidad y representación.

En el primer acto, la maestra deambula por Bucarest como si estuviera en un film de Antonioni, pero algo ha cambiado: una y otra vez, Jude desvía la cámara para fijarse únicamente en el entorno, entre la decadencia del viejo régimen y la sordidez hortera del neocapitalismo postsocialista. En el segundo, un inesperado diccionario de conceptos relacionados con el conflicto al que asistimos desfila por la pantalla a través de un montaje vertiginoso. Y en el tercero, la comparecencia de la maestra ante los padres se convierte en un juicio enloquecido donde todo el mundo, detrás de sus chistes y sus mascarillas (esta película se niega a obviar su condición de ‘objeto pandémico’), parece tener algo que ocultar. Ese ‘algo’, por supuesto, es el fascismo emergente, que Jude había retratado ya en los mastodónticos centros comerciales y la omnipresencia totalitaria de las imágenes de la primera parte. O, dicho de otro modo, un malestar que, lejos de la homilía e incluso del debate al uso, se concentra en el tono siempre crispado de esta película, no por histérica menos apasionante. Si en el caso Puiu triunfa la ascesis, en el de Jude son el exceso y el sarcasmo quienes ganan la partida. Y no seré yo quien se lo reproche.