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Joanna Hogg concibió The Souvenir, ya desde el inicio del proyecto, como un único film compuesto por dos partes. En la primera, la relación de amor entre Julie y Anthony se centraba esencialmente en la manipulación y el control de él frente a las inseguridades y la fragilidad (un tanto naif) de ella. Por eso es tan esencial para Hogg esta segunda parte, que arranca justo donde (cronológicamente hablando) se había quedado la anterior, pero que no es solo la descripción del proceso de duelo que lleva a cabo Julie tras la muerte de Anthony, sino sobre todo su proceso de recuperación y la reivindicación de un espacio y una voz propia a través, precisamente, de la creación y el cine. El personaje continúa con sus estudios en la escuela de cine y es el momento de realizar las prácticas finales: un corto, que bajo el título de The Souvenir, sirve a la futura cineasta para exonerar el trauma de su vivencia amorosa a través, precisamente, de su puesta en escena. Y entonces, aunque a nivel de lenguaje esta segunda parte funciona como continuación perfecta de la anterior y mantiene todos los distintos, ricos y significativos registros a través de los que se expresaba aquella (secuencias de material de archivo, imágenes de una carga lírica y poética sobrecogedora que van puntuando el paso del tiempo y la estructura del film, las conversaciones sobre cine en coches o furgonetas con los compañeros de la escuela de cine…), se establece ahora un juego metalingüístico genial a través del espacio del propio estudio de rodaje. La tramoya, los distintos escenarios donde se graban las secuencias del corto que prepara Julie (vistos desde dentro y desde fuera) y sobre todo las imágenes en las que vemos su montaje y desmontaje funciona además en simetría con la destrucción y reconstrucción vital de la protagonista.

A través de Julie, Hogg ofrece un desarmante ejercicio de desnudez emocional que se concentra especialmente en las secuencias con la psicoanalista o en las que Julie escucha las dudas de los actores del corto, que darán vida a Julie y Anthony (en un llamativo tercer juego de espejos), y que no entienden los motivos ni las acciones de sus personajes. Se pone entonces en escena la confrontación abierta de Julie-Hogg con sus propias contradicciones.

The Souvenir (Part II) es, en definitiva, una poderosa revisión vital a través de la cual Hogg no solo hace las paces consigo misma y su pasado (y de paso con su madre) sino que nos ofrece a todas la posibilidad de reconciliarnos y conectar con nuestros propios fracasos,luchas, titubeos e indecisiones para seguir adelante. Para Hogg el cine es un mecanismo a través del que poder sanar pero, sobre todo, es un espacio para la conquista lenta, compleja (y nunca exenta de lirismo en su mirada) de todas las mujeres. Y quizá lo más poderoso de su discurso sea la capacidad para fundir el ámbito personal (y sentimental) con el profesional, a través de esta idea genial de presentar el arte como el espacio perfecto para la intercesión de esos dos ámbitos. El cine, convertido así en el espacio posible para la reivindicación (dentro y fuera de él) alcanza su sentido más profundo e intenso.

Jara Yáñez

The Souvenir era una historia de iniciación, un tránsito a la madurez por las bravas, en el que su personaje central, Julie (Honor Swinton-Byrne), experimentaba -durante sus años de estudio en la escuela de cine- la tragedia provocada por la adicción y muerte de su pareja, Anthony. Era el Londres de los años ochenta y su historia demandaba otro tipo de final para Julie, ya que al fin y al cabo su historia es la de la propia directora, Joanna Hogg. Este llega con The Souvenir II, una segunda parte inesperada, pero muy necesaria. Es probable que algún día ambas películas se vean como un proyecto unitario y hay que decir que el conjunto es muy superior a sus partes. Lo confirmamos al llegar al final de The Souvenir II, cuando Julie cumple treinta años, poco después de la caída del muro de Berlín, y somos conscientes de haber asistido a una crónica de toda una década, la crónica de una educación sentimental y artística ambientada apenas con la música del momento (muy reconocible y nada obvia). Dicho esto, la principal novedad en esta segunda parte es su carácter especular. Volvemos una y otra vez a los sucesos de la primera parte por múltiples vías, algunas argumentales (el duelo por la muerte de Anthony), otras metanarrativas, con la realización de la película de graduación de Julie. Cuando asistimos al rodaje, nos parece que lo que filma Julie no es otra cosa que escenas de la primera parte de la película, su relación con Anthony. Cuando por fin vemos la película que se estrena en la ceremonia de graduación, esta es muy distinta, se titula The Souvenir y la alusión al cuadro de Fragonard es muy explícita, pero su tono onírico obsesionado por la muerte nos resulta irreconocible. No solo eso, los actores a los que filmaba Julie y que la interpretaban a ella y su novio ya no son tales, sino la propia Julie y Anthony (esto es, Honor Swinton-Byrne y Tom Burke). En el coloquio posterior a la película, Tilda Swinton (la madre de Julie y de Honor Swinton-Byrne) explicó que esa película era una suerte de remake de la película original de graduación que había filmado Joanna Hogg y que la propia Swinton había protagonizado. Como toda secuela que se precie, The Souvenir II acaba por ser a la vez un remake de la primera parte, no sé si por partida doble o triple.

Jaime Pena

Joanna Hogg escribe en primera persona. Su primera parte, rodada en 2019, funcionaba como una especie de confesión personal en torno a una relación amorosa tóxica que vivía Julie -Honor Swinton Byrne- con un joven dandy en el Londres de los años ochenta. En ella hablaba de su crisis vital de juventud, cuando estaba perdida en un proceso de sumisión frente un hombre enigmático que la humillaba.  La película también hablaba de la función que ejerce el recuerdo frente a los momentos oscuros de la existencia y del despertar de una joven cineasta que buscaba su camino creativo. La segunda parte habla de la liberación y de la función del cine como terapia personal. La película arranca con la imagen de Julie que vive su duelo particular junto a sus padres. Julie sigue trabajando en algunas producciones, entre ellas como parte del equipo técnico musical reminiscente del Absolute Beginners de Julien Temple. Busca de que modo puede vivir con el fantasma de lo que ha vivido y a lo largo de la película asistimos al proceso íntimo de una futura realizadora que quiere saber por que murió su marido y su relación destructiva con las drogas. Mientras, debe decidir qué vida debe asumir a partir de ese momento, como volver a tener relaciones amorosas, como asumir su propio deseo. Julie no sabe como organizar su soledad dentro y destruir los fantasmas del recuerdo. Desde una mirada en primera persona, Joana Hogg nos habla de una ficticia práctica de fin de curso que acaba desembocando en el rodaje de la primera parte de The Souvenir, como si para ella el cine no fuera una ficción que crea mundos posibles, sino un modo de encontrar su espacio creativo desde el dolor, para poder acabando siendo ella misma. Frente a las tinieblas de la primera entrega, The Souvenir II es una película que avanza hacia la luz, estableciendo un proceso de cine terapia lleno de inspiración y sensibilidad. El resultado final es una maravilla, el anverso de un film de culto.

Àngel Quintana