Extraña y divertida mezcla de Woody Allen, Éric Rohmer y Aki Kaurismäki, al nuevo largometraje de Martín Rejtman (Rapado, Silvia Prieto, Los guantes mágicos, Shakti) podría encontrársele también un cierto aire de familia con Whisky (Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll) si atendemos al lacónico diapasón de sus diálogos y a cierta actitud de su protagonista (un profesor de yoga en trance de separación matrimonial), pero lo cierto es que La práctica acaba por encontrar su propia y genuina voz en la peculiar utilización de las elipsis, en la dicción ‘desnaturalizada’ de los diálogos y en una puesta en escena radicalmente despojada de todo componente psicologista. Este conjunto de factores es sin duda responsable de la ‘extrañeza’ cómica, pero ejemplarmente seca, que sin duda destila la película, una de las propuestas más originales de cuantas se han presentado hasta ahora en el festival. Sus humildes ambiciones (estamos ante un trabajo que no se reviste de importancia alguna y que no reclama para sí la condición artística, lo que le hace doblemente simpático) son además su mejor carta de presentación a la hora de configurar el retrato entrañable de un perdedor, de un solitario que se refugia en la metafísica vegetariana y orientalista como recurso para exorcizar su mala fortuna con las mujeres, incluso cuando alguna se siente atraída por él. Las imágenes limpias y sencillas del film son además una invitación a empatizar con una propuesta que destila, en sordina, la indudable ternura que, a pesar de todas sus torpezas, el protagonista le inspira a su creador. Carlos F. Heredero