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Un documental sobre Recife y una suerte de autorretrato, Retratos Fantasmas, es la película que debería figurar en la filmografía de cualquier director. Mendonça Filho nos habla, por este orden, de la casa que compró su madre cuando se divorció de su padre allá por 1981 y de los cines del centro de la ciudad que conformaron su educación cinéfila y que, con una excepción, fueron cerrando uno tras otro. La casa es ahora la casa del cineasta, después de varias reformas, allí donde habita el fantasma de su madre, historiadora, y donde él rodó sus primeras películas amateurs. Así, esta primera parte de Retratos Fantasmas se basa en buena medida en la utilización del archivo personal, el que retrata el vecindario y el que retrata la casa, con todas sus modificaciones, que quedaron registradas en viejas cintas de vídeo. Y es una historia de fantasmas, no tanto el de su madre, más metafórico, como el que aparece en una fotografía en forma de mancha o el del perro de los vecinos, una anécdota gloriosa que nos recuerda que este (el barrio, la casa) es el mismo escenario donde Mendonça Filho rodó su primera ficción, O Som ao Redor, de 2012.

La segunda parte (y la tercera, aunque es más bien un epílogo) es una historia no tanto de fantasmas como de ruinas, las del centro de Recife, abandonado a medida que la ciudad se desplazaba hacia el sur. Una mudanza urbana que deja varios cadáveres, los viejos cines del centro por los que pasaron a lo largo de su vida decenas de millones de personas, calcula Mendonça Filho, que, por supuesto, tiene muchas historias que contar al respecto. Lo que resulta más sorprendente es su extraordinario vínculo con estos espacios, con la ciudad en general, tan presente, como decía, en O Som ao Redor, pero también en Aquarius, película que nos hablaba de la presión urbanística, pero también de una invasión de termitas que ahora sabemos que, como los ladridos del perro, está inspirada en la decadencia de la casa de sus vecinos. Retratos Fantasmas es una película que nos habla del pasado, de esa educación sentimental que ayudó a forjar a un cineasta, pero que también constituye un acto de resistencia, una guía sobre cómo habitar las ruinas (las de los cines, las de las viejas cintas en VHS) para insuflarles una nueva vida. Jaime Pena