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La cineasta georgiana Elene Naveriani adapta, para su última película, la novela homónima de la escritora feminista Tamta Melashvili. Y el resultado es un film de personaje que sigue a Ethéro (interpretada por la magnética, sólida y vulnerable a un tiempo, Eka Chavleishvili), una mujer de 48 años que vive sola en una pequeña comunidad rural de Georgia. La vemos, cuando comienza el film, recogiendo moras y caer por un barranco que, sin embargo, consigue subir a duras penas hasta recuperarse. La caída, real y simbólica, será el punto de partida para toda una revolución vital que el film narra, sin embargo, desde la observación y la pausa. Etero descubre la sexualidad a través del que es el primer amor de su vida y la película de Naveriani elabora un discurso que tiene que ver con la defensa de la posibilidad del amor y la sexualidad en cualquier etapa vital, pero también con la puesta en primer término del retrato directo del cuerpo más allá de cualquier prejuicio.

Blackbird Blackbird Blackberry transmite una sensualidad y una poética que se encuentra en la expresión amorosa, pero también en los gestos mínimos (recoger las moras, caminar, mirar…) y en una puesta en escena de un naturalismo estilizado que, por el modo a través del cual se diseñan los encuadres, se utiliza la luz y se destacan los colores, recuerda por momentos al cine de Kaurismäki. Hay además en Blackbird Blackbird Blackberry, un cuestionamiento en torno al peso de las pequeñas comunidades, en el mantenimiento de las ortodoxias sociales (que estaba también en Wet Sand, de 2021) y que se concreta a través de todo un conjunto de personajes secundarios femeninos que cierran un microuniverso de normas, prejuicios, celos y presiones contra los que Naveriani contrapone la fuerza sutil pero profunda y poderosa de su personaje. Jara Yáñez