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“A día de hoy, la guerra no ha terminado”. Así resume una de las protagonistas de este film la situación en la que se encuentra en la actualidad Ucrania, ocho años después de que comenzara un enfrentamiento bélico en el este del país, en la región de Donbás, entre los militantes prorrusos y el ejército. Se trata de una situación de extrema tensión, una herida abierta en una zona conflictiva de Europa que no cicatriza y que se abre con muertos, incumplimientos de los acuerdos de paz y una tensión política en continua ebullición. La cineasta ucraniana Masha Kondakova sitúa en este contexto la narración de su ópera prima.

La película habla de la guerra, pero sobre todo se centra en esas guerras internas de sus protagonistas a las que hace referencia el título, sumidas en un estado patriarcal y machista que las aprisiona y que cuestiona su papel dentro del conflicto e incluso dentro de la propia sociedad. Tres perspectivas distintas, que van desde el sentimiento patriótico hasta la frustración de una mujer mutilada por las heridas del combate, que Kondakova filma con una crudeza que desprende a la vez un fuerte componente emocional. La cámara aparece por momentos nerviosa, pegada a sus personajes, convertida prácticamente en su sombra y en testigo de sus experiencias, compartiendo con ellas la angustia del combate. Y luego se vuelve más reflexiva, recreándose en las ruinas que ha dejado la guerra como metáfora de la descomposición del país y de la de sus propias protagonistas. Pero el film despliega su verdadera hondura es cuando se sumerge en la intimidad de estas mujeres, para filmarlas en su cotidianidad y escuchar sus palabras que sirven para entender qué las ha llevado a combatir, pero sobre todo a rebelarse contra el rol que se les ha asignado, porque está claro que su guerra aún no ha terminado.