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Escrita por Wim Wenders en colaboración con el guionista y director japonés Takuma Takasaki, la segunda realización del cineasta alemán presentada en el festival (esta vez, en competición oficial) es una pequeña, pero apreciable pieza de cámara que muestra el vivir cotidiano de Hirayama (Koji Yakusho), un hombre de mediana edad encargado de limpiar los lavabos y servicios públicos de la ciudad de Tokyo, que recorre con su camioneta, de letrina en letrina, acompañado a veces de su ayudante mientras escucha la música que le gusta (Lou Reed, The Kinks, Patti Smith…) y sin otra ocupación que cuidar, casi artesanalmente, de la higiene de los baños y hacer fotos a los árboles en los momentos de descanso. Apenas hay mucho más en el itinerario argumental del film, desprovisto de giros narrativos o dramáticos evidentes. Solo algunos detalles de su apartamento (lleno de libros, casetes de música y cajas de fotos), y sus encuentros con su sobrina y con su hermana, dejan entrever un pretérito del personaje vinculado a otra capa social más acomodada, sin que se proporcionen en ningún momento las razones por las que Hirayama ha decidido, o le han llevado a desarrollar esta ocupación que, en apariencia, le hace feliz y le permite vivir en armonía con su entorno.

Tampoco hay diálogos discursivos ni explicaciones psicologistas. Depurada y autoexigente en este aspecto, Perfect Days acaba siendo la mejor película de Wenders en muchos años. El cineasta sigue silenciosamente con su cámara el trabajo y los desplazamientos de su personaje: un hombre que parece haberse alejado de su vida anterior para reencontrarse a sí mismo en otra existencia. Algunos ecos de Yasujirô Ozu, a quien el director alemán había rendido ya su particular homenaje en Tokyo Ga (1985), se filtran en el estado de espíritu, en la vibración anímica del film, en la aceptación con la que el protagonista vive su trabajo y en la armonía con la que se integra en un empleo y en una tarea que diríanse propios de otro perfil social, acaso menos cultivado y quizás con un estatus económico mucho menor. La película encuentra su dimensión más sugerente en la captura del pálpito vital, de la integración del personaje en la ciudad y de la manera con que los diferentes escenarios de esta parecen incidir en sus estados de ánimo. En esos registros encontramos a un Wenders muy diferente al de sus películas anteriores, menos ampuloso, pero cinematográficamente mucho más interesante. Carlos F. Heredero


Un hombre mayor (excelente Koji Yakusho) trabaja con su furgoneta limpiando los lavabos del céntrico barrio de Shibuya en Tokyo. Vive solo pero parece feliz. En su camioneta escucha algunos estandards de la música rock (Perfect Day de Lou Reed, Sunny Afternoon de The Kinks o Feeling Good de Nina Simone, entre muchos otros). La banda sonora es escuchada en viejas cintas de casete. El personaje habla menos que Keanu Reeves en John Wick 4. Cada día repite los mismos gestos. Se desplaza con su camioneta, limpia los lavabos, se encuentra con alguno de sus trabajadores, visita los baños públicos, se arregla el bigote, se afeita, come en un restaurante donde le sirve la misma chica y lee una novela de William Faulkner por la noche. Durante una hora no sabemos casi nada de este personaje, solo sus gestos en medio de un Tokyo crepuscular. Wenders regresa a los tiempos muertos y los muestra con todas sus repeticiones. Más tarde empieza a hablar un poco. Recibe la visita de su sobrina, sabemos que tuvo una relación extraña con su hermana porque cada uno vivía en mundos opuestos y persigue a la chica del bar cuando la encuentra con un supuesto amante. Estamos ante un Wenders que nos remite a su pasado. En el horizonte están Summer in the City y los paseos por Berlín, pero también los personajes que viajaban con camioneta en En el curso del tiempo, una niña que recuerda a Alicia en las ciudades y una búsqueda que podría tener remotamente algo que ver con París, Texas. El pasado surge a partir de múltiples formas y el problema es cómo confrontarlo. Wenders, desde su vejez, lo observa con simpatía, se siente anacrónico como las cintas de casete de su protagonista, pero mira el futuro con simpatía. Y acaba paseando mientras Nina Simone canta Feeling Good. Sin ser sorprendente, Perfect Days es quizás la mejor película de ficción que ha rodado Wim Wenders desde hace unas cuantas décadas. Àngel Quintana