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As Time Goes By…
Roberto Cueto.

Nada menos que un cuarto de siglo ha cumplido este año la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, un aniversario celebrado en compañía de espectadores veteranos –cuyo entusiasmo juvenil es más mental que físico, tantos años no pasan en balde– y de su inevitable relevo generacional. Bien sabedores de la responsabilidad que se traen entre manos, los programadores de la Semana se preocuparon de reunir este año una selección de las obras más esperadas de los recientes auteurs del género –Adam Wingard (The Guest), Fabrice du Welz (Alleluia),  Julien Maury & Alexandre Bustillo (Aux yeux des vivants)– al lado de habituales como Takashi Miike (The Mole Song) o viejos amigos como Jaume Balagueró (Rec4), el director de animación Sam (que da el salto al largo con Pos eso) o un Álex de la Iglesia convertido ahora en productor de Musarañas, debut en la dirección de Esteban Roel y Juanfer Andrés, que propone una revisión en clave gore del imaginario de la serie televisiva Amar en tiempos revueltos.

Como viene siendo habitual en los últimos años, una comedia se ha llevado el Premio del Público: la neozelandesa What We Do in the Shadows, un mockumentary, protagonizado y codirigido por el humorista Taika Waititi, que testimonia la vida cotidiana de cuatro vampiros compañeros de piso. La idea ya había sido trabajada con más inteligencia y fortuna por Vincent Lanoo en su espléndida Vampires (programada también hace unos años en la Semana), pero, pese a sus limitaciones, la película reúne un puñado de gags afortunados. La misma tónica burlesca seguían Dead Snow 2: Red vs. Dead (Tommy Wirkola), con su nuevo catálogo de zombies en situaciones delirantes, o Zombeavers (Jordan Rubin), un serie B sobre castores zombies y chicas en biquini demasiado recatado a la hora de entregarse por completo al goce trash.

Mientras Fabrice du Welz con Alleluia se sigue manteniendo tan hosco y poco complaciente como es habitual, Maury & Bustillo, en Aux yeux des vivants, envuelven ahora su vena tremendista-ginecológica (la que les consagró con À l’intérieur) en una spielbergizada aventura juvenil al estilo de Los Goonies (el daño que ha hecho esta película en toda una generación de cineastas parece ya irreparable). El cada vez más errático Kevin Smith se desmarca con una bizarra película, Tusk, cuyo argumento parece sacado de las páginas de un cómic de Tales from the Crypt, pero que no acaba de definirse entre el espectáculo grotesco en la mejor tradición setentera, la imitación del humor tarantiniano o el melodrama romántico. En cambio, It Follows, de David Robert Mitchell, es un buen ejemplo de cómo integrar esa endémica nostalgia ochentera de manera creativa y con resultados deslumbrantes: un relato fantástico que, pese a su afectación hipster, ofrece algunos de los pasajes más sugestivos que ha dado el género últimamente. Más convencional resulta Cub (Jonas Govaerts), así como la sempiterna comedia zombi Life After Beth (Jeff Baena), pero hubo también sitio para una muy intrigante cinta letona, The Man in the Orange Jacket (Aik Karapetian), especie de fábula moral con algunas de las escenas más contundentes vistas en toda la Semana.

El ineludible descenso a los insondables abismos de la serie Z japonesa vino de la mano de Kurando Mitsutake y su Gun Woman, film cuyo principal defecto no es su chapucera factura, sino su absoluta falta de sentido del humor. Takashi Miike (que hace ya tiempo que no nos da muchas alegrías) abre su The Mole Song-Undercover Agent Reiji con una desternillante primera hora de metraje que luego se enfanga irremediablemente. La propuesta más atractiva de la cuota nipona fue, sin embargo, Puzzle (Eisuke Naito), melodrama de instituto donde queda sitio para los fuegos de artificio gore y un negro sentido del humor. En definitiva que, como decía la canción, el tiempo pasa, pero lo fundamental es lo que importa: la Semana pervive, al igual que ese género que la alimenta y que ha sido capaz de sobrevivir a lo largo de la historia del cine como ningún otro.