En estos tiempos marcados por la serialidad, ¿es posible que exista un nuevo modelo de comedia romántica que refleje el devenir de nuestro incierto presente? El cineasta noruego Joachim Trier pretende darnos su respuesta en Julia, una película de iniciación que se mueve entre los valores eternos de la comedia y los cambios perpetrados en las relaciones humanas en nuestro presente. Julia tiene treinta años y en el prólogo de la cinta se nos cuenta que quiso estudiar medicina pero descubrió que le interesaban más las cuestiones del espíritu que las del cuerpo y se apuntó a Psicología, para acabar siendo fotógrafa. En su periplo conoció a un chico mayor que ella, dibujante de cómics e iniciaron una vida juntos. A partir de este momento Trier nos cuenta las disfunciones de una pareja que intenta encontrar su lugar en su mundo, no pueden tener hijos y viven atrapados en cierta tediosa costumbre que les otorga cierta seguridad emocional. No obstante, en un momento determinado, Julie descubre que la seguridad puede ser alterada por el deseo. Su mundo racional le indica que no puede ser infiel a su compañero pero su pasión la mueve hacia otro personaje al que desea. Sin caer en la comedia de enredo y con una gran elegancia en el tono y la puesta en escena, Trier juega con los juegos de seducción, mientras su película abandona de forma progresiva la comedia para desembocar en el drama. Los doce capítulos que marcan las etapas vitales de la protagonista no son más que una crónica de un aprendizaje vital y sentimental en el que la felicidad, el amor y la pasión deben vivir junto a la frustración, la enfermedad, la muerte y la crisis identitaria. Trier acaba realizando un interesante retrato generacional sobre un personaje que a las puertas de la vida adulta debe buscar su identidad refugiándose en la tenue frontera que separan los sueños de la amarga realidad. Aparentemente, nada es nuevo, pero esta simpática comedia romántica noruega pretende con un tono distendido, explorar un camino. Con una vitalidad que funciona mejor en su primera parte, quiere demostrar que más allá de los amores románticos explorados por cierta sitcom televisiva, también el cine puede reescribir el modelo de comedia romántica para dar cuenta de las contradicciones de una existencia contradictoria.
Àngel Quintana