Print Friendly, PDF & Email

En el Memorial del Campo de Rivesaltes, donde se documenta la existencia de campos de concentración para los exiliados españolas en las playas de Argelès, existe una zona en la que se recuerda que años después de que los españoles dejaran el campo llegaron los harkis. Para muchos lectores, el concepto de harkis será desconocido y extraña que un campo de concentración creado en un momento de exilio masivo en tierras francesas tuviera otras utilidades. Los harkis fueron los argelinos reclutados por el ejército francés para que lucharan a favor de la colonia y contra las fuerzas de liberación de Argelia. Acabada la guerra y una vez declarada la independencia de Argelia, Francia tuvo que acoger a los pieds noirs -los colonos y terratenientes franceses que fueron expulsados del país- pero también a los harkis, los soldados que después de la independencia de Argelia no podían volver a sus casas porque eran asesinados y represaliados por sus vecinos, ante quienes habían actuado como enemigos. Se calcula que más de 50.000 harkis murieron asesinados y que los que encontraron refugio en Francia, lo hicieron en campos como el de Rivesaltes.

Philippe Faucon cuenta esta historia en una película de ficción que pretende sacar a la luz aquello que la Historia oficial francesa ha camuflado y aquello que desde el postcolonialismo es importante visibilizar. Faucon no toma partido. Muestra a los pobres argelinos reclutados por las autoridades francesas, sus acciones contra los miembros del Frente de Liberación, las torturas que infringieron a sus compañeros en nombre de la integridad francesa y las contradicciones que tuvieron que asumir una vez acabada la guerra. Faucon rueda con sobriedad y desde la naturalidad. Es cierto que la historia que muestra es más apasionante que los microrrelatos que cuenta, pero existe en la película una dignidad innegable.

Àngel Quintana

Después de haber abordado la Guerra de Argelia en La Trahison (2005), Philippe Faucon vuelve a este asunto para centrar ahora el foco en la figura de los harkis, los auxiliares argelinos del ejército francés. A partir de algunas de las historias reales que el propio Faucon descubrió en el proceso de preparación de aquel primer film pone en escena aquí, a través de un estilo directo y explícito con respecto a la violencia, muchos de los múltiples e intrincados dilemas que la participación de los harkis en la guerra generaron durante y después del conflicto. Y quizá sea este el mayor acierto de un film que, sin tomar postura, muestra los distintos puntos de vista a través de unos personajes atrapados en sus propias decisiones. Traiciones, torturas o la lucha por la supervivencia más allá de cualquier convicción conducen el film hacia el cuestionamiento del propio ejército francés con respecto a su gestión de los harkis.

El último tercio, sin embargo, se centra en el momento, terminado el conflicto, en el que se decidió desarmar a estos hombres que, con muy pocas opciones de emigrar a Francia, quedaron abandonados a su suerte siendo la mayor parte de ellos asesinados. Y así, más allá del cuestionamiento evidente que el film plantea sobre este episodio esencial de la historia de Francia (y que aún resuena en el presente) Les Harkis nos devuelve a la espiral de horror irresoluble que genera en torno a sí cualquier guerra.

Jara Yáñez