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En 1994, Gaël Morel llegó a Cannes como joven protagonista de una entrañable película titulada Los juncos salvajes, de André Techiné. Después de convertirse en actor revelación, no tardó en iniciar una desigual carrera como cineasta que se prolonga en una película desigual sobre los años del SIDA, cuyo título nos introduce en el esquema narrativo de la propuesta. El tiempo de la vida es el tiempo en el que un joven conductor de metro que vive con su esposa y un hijo encuentra al vecino del piso superior, un joven fotógrafo. Entre los dos vecinos tendrá lugar una relación amorosa que se complicará cuando la esposa comunica que está embarazada. La acción se desarrolla a principios de los años noventa y después del amor nos enteramos de que ha llegado el tiempo de la muerte. El fotógrafo es seropositivo y ha transmitido el virus a su amante, la mujer debe abortar. Morel diseña la arquitectura de un drama que intenta minimizar llevándonos al tiempo de una muerte plácida y a una cierta idea de resurrección afectiva a partir del peso de la memoria. Morel alarga el tiempo de su historia, fuerza la poética que acompaña la tragedia e intenta convertir el relato generacional en una bella historia de amor/amistad de corte convencional.

Àngel Quintana