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El desencanto tras el fracaso de las primaveras árabes planea sobre Harka, la primera película de ficción de Lotfy Nathan, cineasta estadounidense de origen egipcio que ha rodado esta película en Túnez. El joven Ali (Adam Bessa) huyó de casa de su padre y se mal gana la vida vendiendo gasolina por las calles. La muerte del patriarca lo devuelve al hogar y le obliga a responsabilizarse de la estabilidad económica de sus hermanas pequeñas. Pero las deudas se acumulan… A través de Ali, Nathan pretende retratar a una generación de jóvenes en el Túnez contemporáneo abocados a la desesperación por la falta de horizontes de futuro. No hay esperanza más allá de los trapicheos, los trabajos mal pagados en la escasa industria turística y la puerta siempre abierta a emigrar hacia Europa. Todo ello en un país en que la corrupción está instalada en todos los estamentos, desde la policía (aquí extorsionando a los chavales que trapichean como Ali) al gobierno. La película pretende abarcar este panorama mientras bascula entre el realismo social, el drama familiar y el thriller (cuando Ali se apunta a conducir camiones de contrabando de gasolina), pero no acaba de cuajar en ninguno de los registros. El mayor puntal del Harka lo supone la interpretación intensa, tremendamente física, de Adam Bessa. La puntual voz en off de la hermana pequeña, que pretende insuflar cierto aliento poético, de fábula naíf, a la narración, aspira a matizar el tono áspero, de acumulación de infortunios, de historia, aunque solo le añade una capa sentimentaloide. Tampoco ayuda que el film desemboque en un final tremendista que se intuye ya desde la mitad del metraje.

Eulàlia Iglesias