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Un tour de force, una experiencia intensa y desasosegante que coloca al espectador (a partir de las técnicas y modos del género survival) en la piel de un joven inmigrante, desde una puesta en escena y ritmo de montaje cortante y acerado, limitado por el punto de vista subjetivo de su protagonista, y potenciado por un uso del sonido inmersivo y el VR, introduciendo de manera visceral al espectador en la cruda y deshumanizada odisea de los inmigrantes que sufren para buscar el utópico sueño de libertad y progreso de la Europa idealizada y ficticia que da título al filme.

Para llevar a cabo esta muestra de cine experiencial, la cámara 360, el mencionado sonido envolvente y la decisión formal de contrapicar el plano para magnificar la densidad del espacio representado -perfecta metáfora del vértigo vivido por el protagonista del relato,  Kamal, un joven iraquí que busca entrar en Europa a través de la frontera entre Turquía y Bulgaria, personificación de todos y cada uno de los cientos de miles que arriesgan sus vidas para intentar recuperar lo perdido- en ningún momento roza el sensacionalismo o el efectismo no intencionado. Y aunque el relato y la experiencia está repleta de horror y violencia, su cineasta, Haider Rashid, consigue la difícil tarea de aunar crudeza y belleza, a veces en una misma secuencia o plano.