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Los inocentes habla de lo complicado que es elaborar un retrato social veraz sobre el pasado”

-Una fiesta en una casa ocupa. Una carga policial. Una huida que termina en fatal incidente y seis jóvenes tratando de reconstruir lo que ha pasado. Así arranca Los inocentes (2020) la opera prima de Guillermo Benet presentada en la sección ‘Revoluciones permanentes’ del Festival de Sevilla, un debut que, ya desde el inicio, sorprende por su uso del formato cuadrado. ¿Qué motivó esa decisión?

-El uso del formato 1:1 no fue una decisión aislada, vino acompañado de otras, que se incluían en un guion en el que queríamos trabajar sobre el punto de vista subjetivo de los personajes. Lo que buscábamos al utilizarlo era, principalmente, aislarlos tanto del contexto como del resto de intervinientes y dejar en fuera de campo todo lo que no fuera el rostro del protagonista de cada segmento. Además, queríamos que la película fuera una sucesión de retratos y el 1:1 te permite encuadrar muy bien los rostros y aislarlos de un entorno que solo nos llega a través del sonido, ese choque entre lo que vemos en el frame y lo que oímos nos parecía una buena combinación.

-Mencionas el uso del fuera del campo. Hay como una obsesión por respetar el punto de vista, hasta el punto de que solo se sigue al protagonista de cada capítulo, convirtiéndolos casi en islas, …

-Inicialmente teníamos un guion poliédrico y queríamos atacar de manera radical el punto de vista de todos y cada uno de los personajes, queríamos que todos ellos transmitieran verdad, aunque al compararlos entre ellos colisionaran. Había que dar la misma validez y energía a cada una de esas perspectivas, así que tuvimos que buscar una estrategia que nos permitiera democratizar todos los puntos de vista. Para mí, la manera más fácil de lograr esa equivalencia, aunque al solaparlos hubiera incoherencias entre ellos, era centrarme en sus rostros, porque de ese modo cada uno de ellos tenía toda la importancia dentro de su capítulo. Lo que ocurre alrededor lo percibimos a través de sus gestos, de sus ojos, de sus reacciones a lo que sucede, …

– ¿Esas decisiones van encaminadas a transmitir el exacerbado individualismo de una generación?

-Creo que somos una generación muy individualista, pero quiero pensar que en los días que suceden a la historia que se cuenta ese individualismo puede desaparecer. También creo que la película enfrenta a los personajes a una situación tan extrema y tan fuera de lo común que hace que se desaten actitudes en ellos que los alejan de los valores en los que normalmente nos movemos, como la solidaridad o el compromiso. Tengo la esperanza de que ciertos valores positivos puedan aparecer posteriormente, también creo que es muy difícil no actuar como ellos actúan a lo largo de la noche en la que ocurren esos acontecimientos.

-El guion coescrito junto a Rafa Alberola tiene una estructura muy particular que combina el cambio de punto de vista con la progresión dramática. ¿Fue así desde el principio?

-La primera pregunta que nos hicimos fue qué es lo que nos contaría cada personaje al día siguiente del incidente. Partimos de ahí y pronto nos dimos cuenta de que si los seis contaban el mismo suceso desde su óptica corríamos el riesgo de caer en la repetición, así que decidimos organizarlo de manera que cada uno de ellos nos contase un poquito más que el anterior sobre esa noche. Esta estrategia lo que buscaba básicamente era ir renovando la película en cada capítulo, al tiempo que nos permitía repasar ciertos momentos que funcionan como puentes entre personajes.

-Llama la atención que la narración de un mismo hecho cambie en función de quien la cuenta, …

-Esa idea es fundamental para nosotros, una de las más importantes. Cuando antes hablábamos de ese punto de partida -cuál sería la confesión que haría cada uno de ellos al día siguiente- nos pusimos a pensar en esas charlas entre amigos en las que se relata una anécdota y ninguno de ellos la recuerda de la misma manera, hay matices que dependen mucho de cómo haya vivido emocionalmente ese momento la persona que lo cuenta. Eso nos interesaba porque la idea que hay ahí detrás es que cuando tratas de transportar la verdad hacía el pasado, de construir un relato veraz sobre algo que ocurrió, esta se deshace en pro de la multiplicidad de versiones que circulan alrededor de ese hecho. A mí me parece que esta es la idea más política que hay en la película, lo complicado que es elaborar un relato social veraz, que sea unitario y que de alguna manera se imponga al conjunto de microrrelatos personales que hay en torno a un hecho: esa idea está en el corazón de la película.

-¿Cómo os las ingeniasteis para rodar esas escenas compartidas?

-Teníamos un plan de rodaje previsto que hubo que cambiar ya en los compases iniciales porque nos dimos cuenta de que lo que mejor nos venía era agrupar las secuencias compartidas. Inicialmente teníamos un plan de rodaje por personaje, pero rápidamente vimos de que la otra opción era más interesante, agrupar esas escenas para rodarlas el mismo día. Eso nos permitía variar determinados matices y ver cómo modificaban las reacciones de los personajes en función del punto de vista. Es algo que se observa muy claramente en la escena en la que el personaje interpretado por Pablo Gómez-Pando llega a la casa y le confiesa al de Violeta Orgaz lo sucedido. En la parte en la que él es protagonista, es incapaz de hablar, mientras que en el capítulo que corresponde a Violeta lo canta todo y eso sucede porque se trabajan cosas distintas. En el primer capítulo tienes a un personaje con un estado de ansiedad tal que es incapaz de hablar, mientras que en el otro tenemos a alguien que no se cree lo que acaba de ver y necesita contarlo para rememorarlo y saber que ha pasado. Agrupando las secuencias nos dimos cuenta de que la sensibilidad aumentaba y esas variaciones se notaban más. También ensayamos diferentes dinámicas e improvisaciones para generar la tensión que la película necesitaba. Percibimos que, si las escenas no estaban cargadas de cierta tensión, que no tenía que estar relacionada necesariamente con la violencia, no funcionaban.