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¿Qué hay en el espacio en que se juntan dos planos? Esa es la pregunta que se hace el mediometraje de Takayuki Fukata Itchan and Satchan, que cuenta las peripecias de dos hermanas reunidas en la casa de su abuela, internada en una residencia, para vaciarla y de paso recordar su infancia de una manera –digamos– peculiar. Pero no teman, pues el film de Fukata no se entrega a disquisición teórica alguna, sino que intenta responder a esa pregunta en todos los sentidos posibles, la aborda desde el estilo y la puesta en escena. Itchan and Satchan empieza adoptando un registro por completo realista, aunque el encuadre y la textura del blanco y negro utilizado ya delaten que detrás de lo mostrado hay algo más,  y consigue que poco a poco todo se torne extraño: lo que al principio es solo una casa se convierte lentamente en un lugar laberíntico, en un cruce de dimensiones temporales en el que todo puede suceder.

Fukata ha sido ayudante de dirección de Ryusuke Hamaguchi en La ruleta de la fortuna y la fantasía y se declara rendido admirador de El espíritu de la colmena, la influyente película de Víctor Erice. Lejos del mimetismo o el homenaje irreflexivo, sin embargo, Itchan and Satchan muestra a un cineasta que con solo tres películas ya parece haber alcanzado una sorprendente madurez, capaz de sintetizar en 44 apretados minutos todo un universo poético desbordante, un dominio del tiempo y el espacio fílmicos que transforman una simple anécdota familiar en un apasionante juego de espejos. Cada una de las pequeñas elipsis que llenan la película ocultan multitud de sugerencias, apuntes que desquician el relato con rara delicadeza, infinidad de puertas o pasillos que retuercen la historia sin exhibicionismos innecesarios, otorgándole una exuberante variedad de significados y sentidos sin que la audiencia se vea obligada a elegir solo uno de ellos. Al contrario, entre un plano y otro siempre hay un pliegue que se dirige hacia el exterior de la película, en busca de otros encuadres invisibles, nunca mostrados, que certifican la naturaleza intrínsecamente fantástica del cine. Después de todo, Itchan and Satchan demuestra que los mejores momentos de cualquier película puede que sean aquellos que nadie pensó, filmó o montó… Sea como fuere, uno de los momentos culminantes de la sección Zabaltegi-Tabakalera de este año.

Carlos Losilla