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Tercer largometraje del director danés Frelle Petersen, Forever conjuga con admirable pulso y modulación el proceso de duelo que se abre en una familia cuando el matrimonio formado por Egon y Maren pierde a su hijo (ya adulto) y debe enfrentarse, en compañía de su hija Lily –inmersa en un problemático ensayo de fertilidad inducida– a la difícil superación del trauma. Nada nuevo, tampoco, que no hayamos visto ya antes en muchas otras películas (al menos, en el núcleo esencial del drama enunciado), pero, entonces, ¿de dónde surgen la verdad, la intensidad y la tensión interior (nada subrayada, nada explícita) que generan las imágenes de la película…? Una pregunta, esta, que de nuevo solo puede responderse en función de la puesta en escena y del estilo del cineasta, y quizás –en este caso– de su diapasón emocional, del ‘timbre’ narrativo con el que se suceden, elipsis tras elipsis, las sucesivas secuencias que organizan su relato.

Como siempre, no es cuestión del qué, sino del cómo; de las formas que devienen estilo y que “nos dicen lo que hay en el fondo de las cosas”, para decirlo con el aforismo godardiano ahora que todavía resuena –tan dolorosa– la desaparición del autor de À bout de souffle [véase el ‘Especial Godard’ que publicará Caimán CdC en nuestro próximo número de octubre]. Y esas formas son, en este caso, aquellas con las que Frelle Petersen corta cada secuencia en el momento justo y siempre antes de que se produzca un desbordamiento melodramático; las que le permiten encuadrar al personaje que va a morir dentro de un plano que solamente le deja a él en foco, mostrándole de espaldas a la cámara mirando al resto de su familia, que permanece desenfocada al fondo (un plano que dispara, no por azar, la elipsis más radical y atrevida de todo el film); las que le permiten mantener su cámara a la distancia exacta desde la que observar –con extremo pudor, sin énfasis y sin efectismos– la ebullición interior de los personajes; las propias de una dirección de actores sobria, contenida y coherente en todos sus registros; y también las que dibujan unos encuadres y unos movimientos de cámara silentes y elegantes, incisivos y atentos a los más pequeños detalles. Las formas que convierten un drama ya conocido y cientos de veces contado por el cine y la literatura, en una experiencia genuina, encarnada en personajes de verdad que muestran, simultáneamente, sus flaquezas y sus fortalezas, sus derrotas y sus victorias.

Carlos F. Heredero

Un ejemplo contextualizador: cuando viajas en el coche que constituye el cortejo fúnebre de un familiar muy cercano y miras por la ventana puedes asombrarte, y hasta indignarte, al ver como el mundo sigue andando mientras ignora, según tu dolida percepción del momento, tu shock individual. Otros viajeros del mismo coche puede que procesen o exterioricen su perplejidad de forma distinta. El danés Frelle Petersen coloca a una familia de Jutlandia del Sur, la zona más meridional de Dinamarca, justo en esa emoción paralizadora de duelo reciente imposible de digerir. Su cinta Forever se construye como elegante ejercicio de observación de la convivencia de distintas formas de abordar el duelo dentro de una familia de cuatro miembros.

Uno de los rasgos de la película es la repetición de situaciones convertidas en ecos unas de otras. Antes de llegar a la tragedia, la muerte del hijo adulto de una pareja, Petersen ofrece la visión de retales de cotidianeidad de su núcleo de protagonistas. Alegres comidas familiares, tradiciones compartidas en días de cumpleaños y otros momentos varios contrastan después con silenciosas escenas similares producidas tras la pérdida. Petersen maneja un acertado uso de la elipsis en un relato de punto de vista espiado que mezcla, con este tema principal del duelo, una muy bien reflejada frustración y hartazgo de la otra hija del matrimonio ante su obcecación por tener descendencia (jaleada por sus padres). Y es que el proceso de decadencia de la ilusión de la joven y su marido ante un eterno tratamiento de fertilidad (bien contado a través de sus visitas a una aséptica clínica y también reflejado a través de la forma en que va cambiando la disposición emocional de ambos ante las inyecciones hormonales diarias que debe ponerse ella) son el formalmente muy interesante contrapunto acerca de la búsqueda de la vida a un retrato cinematográfico sobre cómo afrontamos la muerte.

Los bruscos, en ocasiones, cambios de profundidad de campo de Petersen, que pueden sacar de situación en contraste con el estilo visual del resto del film, no impiden que se disfrute de su propuesta. Una propuesta sobria hecha de encuadres armoniosos, frugalidad musical y un final coherente y bien rematado.

Raquel Loredo