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Primer largometraje dirigido por un acreditado director de fotografía (Zhang Ji), Fire on the Plain es, después del film de Zang Yimou que abrió el festival (Un segundo), la segunda película china en competición. Su historia se adapta de lleno a los códigos del género: un thriller policíaco que comienza como una investigación sobre una serie de asesinatos de taxistas en la ciudad de Fentum y deriva, posteriormente, hacia una catarsis personal en la que se verán involucrados un joven policía (un pandillero algo violento en la primera parte del relato) y una chica joven (una inocente y prometedora aspirante a pintora al comienzo de la narración) que acaba convertida, y este es el giro más interesante del film, en una especie de ‘muñeca rota’ capaz –por amor y por despecho, por venganza y por resentimiento– de la violencia más atroz. Ella es, con mucho, la figura más interesante, más compleja y más atractiva de una película que ofrece, al mismo tiempo, una radiografía desoladora de la China de 1997 (en la primera parte) y de 2005 (en el segundo bloque). Sus protagonistas deambulan sobre un trasfondo de miseria y precariedad, sobre un telón social tejido de frustraciones y carente de horizontes, sobre un escenario que las imágenes pintan en gris oscuro durante todo el metraje con una intencionada paleta cromática que habla de pobreza y desolación. De todo ello emerge lo más vivo y más estimulante de la propuesta a despecho, ¡ay!, de un guion muy caprichoso en la frontera misma de lo arbitrario, lleno de soluciones fáciles o rutinarias, a lo que se añade una narrativa entrecortada igualmente aquejada de huecos, elipsis forzadas y soluciones mecánicas. Hasta tal punto abundan las secuencias inexplicables –en términos de relato policíaco– que no sería de extrañar que el metraje exhibido en San Sebastián fuera, en realidad, el producto de un remontaje impuesto al director –por parte de los productores– para recortar la duración del film. Y es una lástima, porque la película lleva dentro un potencial trágico y lírico que acaba perdiéndose, además, por el continuo cambio de punto de vista narrativo y por todos los huecos clamorosos que quedan entre medias. CARLOS F. HEREDERO

Tradición del Festival durante el último lustro, este nuevo thriller concebido en China debe mucho a la revolución del género que planteó Bong Joon-ho con Memories of Murder (2003) y que terminó refinando David Fincher con Zodiac (2007). El caso que nunca queda resuelto y que termina abriéndose años después, maltratado por las barreras que impone una sociedad sumida en el caos. Lo interesante de Fire on the Plain es que la energía juvenil de Zhang Ji ha impregnado el relato (y su forma de contarlo) de una ligereza más propia de una novela de Brian Helgeland o de un cómic noir de Ed Brubaker que de sus referentes cinematográficos, cuya estela intenta perseguir no sin cierta inocencia: la frescura de sus personajes, el cuidado estético con el que se retratan esos tenebrosos bajos fondos, la irregularidad de su carga dramática o el calado emocional de su banda sonora parecen esbozados desde el mismo espíritu rebelde que los jóvenes personajes envueltos en esta trama rocambolesca, tan accidentada como la propia vida. Por todo lo dicho tal vez la ingenuidad sea aquí una virtud, solo que no es la mejor de las herramientas para afrontar las oscuras derivas hacia las que intenta adentrarse el thriller. Dotado de una ambición mayúscula pero también consciente de sus propias limitaciones, Zhang Ji da solo el primer paso hacia las sombras sobre las que le gustaría haber transitado. JONAY ARMAS