Print Friendly, PDF & Email

LAS LEYES DE LA TERMODINÁMICA (Mateo Gil)
Enric Albero

Se podrán discutir los resultados de cada uno de los ejercicios cinematográficos que Mateo Gil ha completado hasta la fecha, pero lo que no debería someterse a debate es su atrevimiento a la hora de revisar y reformular los géneros clásicos, ya sea el thriller en su vertiente conspirativa (Nadie conoce a nadie), el fantástico (Regreso a Moira), el western crepuscular (Blackthorn) o la ciencia ficción de raíz existencialista (Proyecto Lázaro). Con Las leyes de la termodinámica, película que abre la 21ª edición del festival de Málaga, el realizador canario firma un tratado de física romántica, como si en sus ratos libres Stephen Hawking se hubiera dedicado a desarrollar un guion basado en el clásico argumento ‘chico conoce chica’.

Gil plantea una ecuación a priori sorprendente. Aprovechando la condición de doctorando de astrofísica de Manel Suarez (Vito Sanz), trata de explicar el romance a partir de las teorías sobre la materia y la energía. Para ello, y de un modo sorprendentemente desacomplejado para una película que se inscribe en el terreno del cine comercial, atraviesa la historia de amor que une al aspirante a científico con una modelo con un documental (!) en el que se entrevista a diferentes expertos que explican, de manera prolija para el lego en esta disciplina, los avances logrados por Copérnico, Kepler, Newton o Einstein.

Lo ingenioso del montaje –con sus idas y venidas para mantener la atención y la búsqueda del equilibrio entre la trama y los testimonios– no impide detectar que, pasados los minutos, lo original de la propuesta devenga formulario. Las situaciones y los recursos fílmicos (el grafismo, la pantalla partida, las repeticiones y las vueltas atrás) se van gastando a medida que el metraje avanza y ese intento por aplicar las leyes de la física a la práctica amorosa no termina de engatusar, precisamente, porque se vuelve previsible. Tampoco ayuda la utilización de la pareja formada por Pablo (Chino Darín) y Eva (Vicky Luengo) como desahogo y contrapeso de la romance central que protagonizan Manel y Elena (Berta Vázquez), porque, en el fondo, los cuatro acaban representando los arquetipos que en los momentos iniciales parecía que se iban a subvertir (a ello invitaba esa rompedora mezcla de formatos). Un perdedor egomaníaco, una modelo ensimismada, un seductor impenitente y una mujer abnegada, cuatro roles que terminan como empezaron y que, eso sí, están interpretados por unos actores a los que el traje dramático les queda como un guante (poco se le puede reprochar al casting).

Albert Einstein explicaba la relatividad con el siguiente ejemplo: “Cuando cortejas a una bella muchacha, una hora parece un segundo. Pero te sientas sobre carbón al rojo vivo, un segundo parecerá una hora”. El romance cuántico de Mateo Gil no es inolvidable pero tampoco es, ni mucho menos, una tortura; digamos que orbita entre la satisfacción relativa y la resolución fallida.