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Ernest Cole fue uno de los primeros artistas que fotografió el apartheid y lo mostró al mundo. En 1967 publicó su libro de retratos fotográficos, House of Bondage, donde mostró el alto grado de esclavitud de los negros segregados frente a las barbaridades blancas del gobierno de Pretoria. Su libro fue prohibido en Sudáfrica y Ernest Cole marchó al exilio en estados Unidos. En Nueva York, Cole continuó fotografiando a la gente paseando por las calles, la segregación racial en los poblados del sur y fue testigo de las transformaciones vitales que tuvieron lugar entre finales de los años sesenta y principios de los setenta. Se convirtió en un reputado fotoperiodista y sus viejas fotos de Sudáfrica dieron la vuelta al mundo. Sin embargo, Ernest Cole estaba lejos de su Pretoria natal, lejos de su casa y de los suyos. El exilio se convirtió en una terrible experiencia vital que marcó su vida. No soportó la lejanía, el contacto con su propio mundo, y a principios de los ochenta desapareció. El mundo olvidó a Ernest Cole hasta que se tuvieron noticias de su muerte en 1990, a los 49 años. En 2016, en un banco de Estocolmo, el sobrino de Cole y otros miembros de la familia descubrieron la existencia de un valioso fondo fotográfico con miles de negativos de imágenes inéditas capturadas por la cámara de Cole tanto en los años de juventud en Sudáfrica como en Estados Unidos. A partir de este material, situando siempre las fotografías en primer plano, Raoul Peck nos cuenta el trayecto del reconocimiento al olvido de un fotógrafo que denunció la intolerancia de un régimen político. Peck mezcla las fotografías con imágenes de archivo del propio Cole, textos autobiográficos y un retrato global del paso que experimentó Sudáfrica desde la abolición del apartheid hasta la creación de la llamada comisión de la verdad. A pesar del tono didáctico del viaje que propone la película, hay algo esencial que pervive con fuerza: la cuestión del exilio. Raoul Peck nos habla del dolor del desarraigo y de la angustia que genera la perdida de las propias raíces.

Àngel Quintana