Print Friendly, PDF & Email

Recogemos el guante que lanzó Stephanie Zacharek en su columna A Girl and A Gun, del número 183 (diciembre de 2023) de esta misma revista, donde, bajo el titulo ‘El mundo femenino de Sofia Coppola’ y a propósito de la recepción internacional de Priscilla, la nueva película de la cineasta estadounidense, afirmaba: “Durante años, muchos críticos –a menudo hombres– han hecho de menos a sus películas tratándolas como si fueran demasiado blandas y ligeras para ser tomadas en serio”. Y lo hacemos, ahora que se estrena la cinta en nuestro país, a través de la oposición como técnica dialéctica. Y es que Priscilla coincidirá en las salas con Pobres criaturas, la cinta de Yorgos Lanthimos que, desde las antípodas estéticas y formales, comparte sin embargo un mismo punto de partida narrativo. La historia de dos mujeres atrapadas en un entorno hostil del que no encuentran salida nos confronta al análisis de sendas estrategias dramáticas y estilísticas que, precisamente en su enorme distancia, nos permiten aplicar diferentes lecturas feministas para cada una de ellas, pero también profundizar en la divergencia de sus puntos de vista por cuestiones de género (el de sus autores) y, retomando la reflexión de Zacharek, aplicarlo a su vez al propio ejercicio de la crítica. Porque quizás de este modo, y aunque sea solo por comparación, puedan quedar en evidencia los mecanismos estéticos a través de los cuales toda esa discreción sigilosa y sin estridencias, esa sutilidad de los gestos y la observación pausada e incluso esa apariencia de frivolidad o ligereza del cine de Coppola (frente a la verborrea, el efectismo y la autoconciencia más exhibicionista del de Lanthimos) esconden, en su más profunda contundencia, toda la violencia soterrada que sus personajes femeninos sufren frente a una sociedad heteropatriarcal que es de este modo revelada. Priscilla es, de hecho, un pavoroso cuento de terror sobre el encierro (físico y emocional) de una adolescente, educada en la América profunda de los años sesenta y absolutamente subyugada ante el mito y la popularidad de un hombre diez años mayor que ella, que goza de todos los privilegios. Y precisamente por todo eso, su proceso de conciencia y liberación no puede ser más que discreto y sigiloso en las formas, pero profundo y poderoso en su interior.

Recogemos además en este número la relevante visita de Béla Tarr a Barcelona, el mes pasado, acompañando el ciclo que le dedicaba Filmoteca de Catalunya. Esto nos ha dado la posibilidad de mantener una valiosa conversación con él y de escuchar alguna de las clases magistrales que impartió (y que reproducimos en nuestras páginas), pero también de reivindicar la extraordinaria honestidad de un cineasta que, en su sentido de la creación cinematográfica como búsqueda inquebrantable, atravesó varias etapas creativas hasta encontrar un lenguaje propio que, una vez localizado, y precisamente por eso, le llevó a retirarse del mundo de la dirección: “Ese lenguaje nació para unas preguntas determinadas, para unas películas concretas. No quiero que se quede vacío. Es una cuestión moral”, tal y como él mismo explica. Una vez cerrada esa vía, el cineasta húngaro concentró sus fuerzas en la didáctica y creó la film.factory de Sarajevo, una escuela taller utópica que, a pesar de su corta trayectoria, dejó una fuerte impronta en los privilegiados alumnos que pudieron formar parte de ella. También de esta otra faceta del cineasta nos ocupamos gracias a la narración en primera persona de las experiencias de Pilar Palomero, Manel Raga y Anna Fernández, los únicos tres españoles que tuvieron la fortuna de experimentar aquel proyecto único.

Pero mientras todo esto ocurre, no nos olvidamos de la realidad en Gaza y por eso nos sumamos y nos hacemos eco aquí, en este editorial, por último, del llamamiento que un colectivo de cineastas internacionales encabezado por Nadav Lapid (y entre los que se encuentran también Pedro Costa, Víctor Erice, Aki Kaurismäki, Béla Tarr, Apichatpong Weerasethakul, Radu Jude, Claire Simon, Abderrahmane Sissako, Rysuke Hamaguchi o Claire Denis) hizo público a finales de año, a través del diario francés Libération, para exigir: “El cese inmediato de los bombardeos sobre Gaza, el establecimiento de corredores humanitarios y de recursos materiales exigidos por todas las organizaciones internacionales y la liberación de los rehenes”, tal y como declaran en su manifiesto.

Jara Yáñez