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Desmitificar el western

¿Cómo fue el paso de filmar un corto como Rapaz (2018), que se presentó en como su película también en Cannes, a decidirse a pasar al largometraje? Cuando hago Rapaz ya está escrito el guion de Los colonos. El cortometraje lo hago en un proceso de camino hacia la película. Había mucha incertidumbre cuando la gente leía mi guion. La posibilidad de que un nuevo director, que era montajista, pudiera dirigir una película así… En Rapaz ya había cosas de la película, como la opción de trabajar con varios personajes, con una idea coral, de hablar de la violencia y también dejar que el espectador tenga que tomar una posición. Es la audiencia la que decide con quién se va identificando, dónde quiere estar. En ese sentido, todo ha sido un proceso hacia Los colonos.

Ha sido una producción larga, nueve años, con muchos países implicados en la financiación, ¿en algún momento pensó en abandonar? Me demoré mucho en encontrar la idea que quería hacer, cuando la encontré pensé que era demasiado grande para ser mi primera película y estuve casi tres años buscando otra. Pero pensé que en realidad era Los colonos la película que quería hacer. Soy un poco cabeza dura, me obsesioné y seguí insistente. Pasó tanto tiempo en realidad porque Chile se demoró en darnos el apoyo. Fue el último país en hacerlo. Hubo mucha gente que confió en el proyecto y lo acompañó durante esos nueve años. Cuatro países estuvieron desde el comienzo. A veces sufría por la ansiedad de querer firmarla, otras veces pensaba hacerla más pequeña o cambiar el guion. Pero nunca tuve la duda de dejarlo, cuando me meto en un proyecto no puedo dejarlo, son como obsesiones y también un desafío. Creo que si la hubiera hecho al tercer o cuarto año, tampoco hubiera sido la misma película, por eso estoy contento con la espera y con la maduración que tuvimos la película y yo.

Ha comentado alguna vez que para usted el cine debe tener la capacidad de provocar al espectador, ¿en qué sentido llega esa provocación? Me encanta la idea de que a la gente le guste la película y que si no, la odie. La indiferencia es lo peor. Me gusta que se mueva entre esos dos lugares. Es una provocación porque busca crear emociones. Si no te crea nada, para mí la obra no funciona. Necesito sacar a la gente de su espacio de confort. Es una película que piensa mucho en la audiencia, está buscando en todo momento mantenerla en tensión. El montajista es una persona que piensa en la audiencia y yo trabajé mucho en eso, en cómo mantener un ritmo.

A nivel formal, llama mucho la atención el tratamiento de la luz y también el hecho de que siendo un western apueste por filmar en un formato más bien cuadrado, alejándose del panorámico. Las únicas imágenes que hay de los selk’nam son en blanco y negro. Y yo pensé en hacerla en blanco y negro. Pero una primera película, con este guion y en blanco y negro… Me recomendaron no hacerlo y empecé a investigar sobre la experimentación que los hermanos Lumière llevaron a cabo con la autocroma, que son esos colores desteñidos. No me interesaba hacer una película extremadamente realista, como si fuera una historia oficial. No quería eso. Quería una propuesta estética que no se basara en el naturalismo para poder entender que estamos ante una representación de la realidad en el cine. En cuanto al formato, en mi cabeza el formato apaisado funciona mejor con dos personas y yo tenía un trío. Además, tenía muy claro el uso de los primeros planos desde el principio y tampoco funcionan muy bien en el apaisado. Y, por último, a mí me interesa pensar en la multipantalla. Donde más se disfruta una película es en el cine, pero mi pasión por la audiencia me hace pensar que si alguien la quiere ver en una tablet o un computador, este formato de pantalla completa dialoga bien en todos los medios. Los westerns son apaisados porque John Ford quería utilizar la última tecnología del momento, y ahora nosotros usamos la última tecnología de formato Full Frame.

Su película transcurre en Tierra del Fuego, pero conecta con el imaginario y la tradición del western de EE.UU. para hablar también del colonialismo. Es la misma historia en otro punto del continente, en el sur, con paisajes más verdes y diferentes, pero es la misma historia. Quería mostrar lo que de montaje de propaganda puede tener un film clásico, algo que nunca se muestra, que queda fuera. Es como trabajar con el descarte de material de otros films. La película es un western, pero también una película de terror, de aventuras, un thriller político… Va mutando todo el tiempo, se va transformando de género en género.

También conecta con cierta tradición del nuevo cine latinoamericano. Sí, es una influencia importante en la película. El western fue el género que creó el cine, el cine participó en los genocidios indígenas, fue cómplice de los procesos de colonialismo del siglo XX. Me parecía importante mostrar eso, y eso dialoga con lo que te comentaba de la fotografía. Mostrar los mecanismos para hacer la ficción, revelar que estamos ante una ficción. Se trata de una página borrada de la historia de mi país, no se enseña en los colegios ni en ningún lado. Hace solo una semana que el congreso de Chile ha declarado que el pueblo selk’nam existe y está vivo, no está extinto. Se ha pedido disculpas por el genocidio que se cometió hace 120 años.

¿Hasta qué punto el cine sirve para recuperar esa memoria perdida? Yo diría más la capacidad de manipularla que de recuperarla. Y eso es sobre lo que la película dialoga y reflexiona. Hay más tendencia a creer que el cine tiene ese poder, pero si tomamos el western veremos que lo que hizo fue distorsionar la realidad. Hay que ser consciente de ese poder que tiene el cine, a mí la idea de lo documental o lo real me parece mucho más pretenciosa que mi película. Prefiero trabajar sobre lo no real y entender que esto es un arte de la manipulación y hacer una reflexión desde ahí.

Su película es violenta, pero a la vez se sostiene sobre imágenes que buscan la belleza formal. Me interesa el cine de las imágenes, otros creen en la palabra o en el guion. Me gusta construir a partir de lo sensorial. Además, Tierra del Fuego es un lugar muy imponente, muy lindo. La película juega con la contradicción de la belleza, de lo que se ve frente a lo que se cuenta. Lo silencioso de esas tierras versus la violencia que esconden. Me interesa mucho la composición y encontrar una estética, no quería hacer una película molesta para el espectador.

Fernando Bernal

Entrevista realizada por videollamada París-Madrid, el 8 de septiembre
de 2023.