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El transbordador que cruza el estrecho de Gibraltar, puente entre Marruecos y España, entre África y Europa, supone para Jacqueline van Vugt un símbolo de la desigualdad y el desafecto. La misma distancia que separa el origen del destino es la que separa emocionalmente a los protagonistas, los cuales, a pesar de sus mejores intenciones, no manejan las herramientas necesarias para conectar con el otro. La directora holandesa, que ya había abordado la temática de la inmigración en su documental Borders, en el cual acompañaba a quienes atraviesan a empujones los pasos fronterizos en Nigeria o Burkina Faso, debuta en la ficción con Crossing, un film de historias cruzadas al estilo de Alejandro González Iñárritu en Babel (2006) o Amores Perros (2000), si bien desde un estilo mucho más minimalista. Durante una tensa travesía de dos horas, la cineasta entrelaza tres tramas cuyos protagonistas tienen orígenes distintos: un matrimonio holandés trata de superar sus desavenencias mientras desatienden el cuidado de sus hijos; el capitán del barco, marroquí, ha escondido en un camarote a su hija embarazada para llevarla a España y tratar de separarla de su novio de clase social inferior; en Algeciras, dos trabajadores de salvamento marítimo lidian con el trauma de tener que rescatar, cada semana, cadáveres del mar. La cámara de Van Vugt se mueve al ritmo del oleaje, en tomas largas coreografiadas que buscan a los personajes por pasillos y camarotes hasta encontrar sus primeros planos. Brilla especialmente la interpretación contenida de Hadewych Minis y Gijs Naber, en cuyos ojos y pequeños gestos se aprecian las heridas silenciadas hasta que el dolor florece en pequeñas pistas, sin grandes arrebatos emocionales. De esta incapacidad de los protagonistas para quererse acaba emergiendo la tragedia, pues su hijo pequeño, queriendo alejarse del dolor de sus padres, acaba perdiéndose y arrojándose al mar por el mismo lugar por el que, cada día, saltan inmigrantes africanos. Con un regusto amargo y pesimista, la cineasta termina de enhebrar un relato que no deja de ser una llamada de atención sobre la falta de empatía y el miedo a perderse.

Yago de Torres