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ESPECIAL CINE PORTUGUÉS

Las barbas del vecino… (y las nuestras)

Carlos F. Heredero

Sugiere Francisco Ferreira, en el texto que abre nuestro cuadernillo especial de este mes en torno al cine portugués contemporáneo, que existe una llamativa contradicción entre el sofoco, la penuria económica y la asfixia legislativa que sufre ahora mismo el cine de su país –ante lo que se siente indignado– y el brillante programa que ha preparado el Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF), en el que se reúne “algo de la mejor producción lusa de los últimos cinco años” y “una extraordinaria amplitud de propuestas que no solo no denuncian, sino que superan las paupérrimas condiciones de producción en las que fueron creadas” las obras reunidas en esta importante retrospectiva.

Pero sucede, precisamente, que dejar al descubierto esa contradicción, poner el dedo en la llaga que más duele, reivindicar la integridad de los cineastas que luchan por expresarse en medio del “estado deplorable y de absoluta enfermedad” que padece su industria (Ferreira dixit), y contribuir a exaltar la belleza y la importancia de las obras que, pese al actual estado de las cosas, se empeñan en navegar contracorriente es una de las más nobles y necesarias funciones de un festival de cine o, al menos, de un festival con una línea editorial digna de tal nombre y atenta a lo más vivo del cine de hoy.

Pocas causas más claras y más incontestables existen en el momento actual que la del cine portugués realizado por los directores reunidos en la retrospectiva hispalense. La vitalidad y la audacia creativa de sus propuestas han llamado la atención en los más importantes festivales de todo el mundo, pero es cierto que sus películas emergen en medio de, y a pesar de una crisis devastadora cuya gestión política está procediendo a transferir masivamente recursos de las clases humildes y de las clases medias a los grandes sectores financieros y a las capas más adineradas de la población, exactamente igual que viene sucediendo en España y en el resto de Europa gracias a las políticas liberales, pero quizás con mayor crueldad aún en el caso de nuestro vecino lusitano.

Se abre paso así, efectivamente, una extraña y poco habitual contradicción. Un Estado que se desentiende del cine, unos operadores audiovisuales que incumplen la ley y unas instituciones políticas que lo abandonan se encuentran ante una estimulante floración de películas y de cineastas que reformulan y ponen al día la mejor tradición de los viejos ‘nuevos cines’ de los años sesenta, ofician (Ferreira, de nuevo) y abren con sus obras las más contumaces fronteras que todavía aprisionan al lenguaje del cine. Y sucede que algo equivalente, en términos de contexto y en el ámbito creativo, estamos viendo también en España (donde padecemos igualmente una progresiva dimisión del Estado en sus obligaciones con el audiovisual), pues asistimos –a lo largo de estos últimos meses– a las numerosas señales de vitalidad y activismo que viene dando la producción independiente de nuestro país: un fenómeno, por cierto, del que varias secciones del SEFF van a dar cuenta también.

Así que abramos bien los ojos: Portugal está muy cerca, a tiro de piedra en realidad. Lo tenemos a mano (ahora en Sevilla, además) y nos ofrece un espejo tan inquietante como incentivador. Miremos con atención, apliquémonos el cuento y recorramos juntos el camino.