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A priori, uno no piensa en una cámara de vigilancia como el dispositivo más idóneo para transmitir retazos de memoria íntima, de recuerdos preñados de emoción. Es, más bien, un notario frío que, impertérrito, registra desde la asepsia del plano general -de un plano general, en este caso, nevado de píxeles y barrido por ventiscas de ruidos visuales- una realidad casi siempre monótona. La humilde cámara que el padre de Kamal Alfjari colocó para supervisar el improvisado aparcamiento habilitado frente a su casa, situada en el gueto palestino de la ciudad israelí de Ramla, para descubrir al vándalo que, cada poco tiempo, le rompía los cristales del coche, es, a la vez, máquina del tiempo, lupa sociológica y álbum de fotos viejas.

El realizador palestino revisa aleatoriamente las cintas que grabaron lo ocurrido a lo largo de aquella semana de julio de 2006 en la que su padre se hartó de que le reventaran su vehículo y ese repaso, que prescinde del orden cronológico y se apoya en intertítulos y en una muy puntual voz en off, describe las rutinas de barrio asolado por la precariedad, con la violencia siempre al acecho, o las relaciones intrafamiliares sin que dejemos de estar viendo un parquin que provocaría severos ataques de ansiedad hasta en el menos exigente de los paisajistas. Aljafari, además, filma sobre esas imágenes cuando quiere romper con la dictadura que le impone el plano fijo de la cámara de vigilancia y tiene interés por seguir a determinado vecino o por destacar elementos que solo aparecen con la reducción de la escala. Ese pasar de la cámara sobre las viejas imágenes adquiere la calidez de una caricia, como si la lente fuera la palma de una mano que intenta rozar un pasado en el que sus seres queridos estaban vivos y aquella higuera enorme que rapiñaba durante los veranos se mantenía incólume y rebosante. An Unusual Summer, con su textura burda, su ¿narración? espasmódica y sus sorprendentes arrebatos musicales consigue que una grabación doméstica alcance, por momentos, las cumbres del melodrama más depurado, que la emoción brote a contrapelo.