Segunda entrega de la sección oficial del certamen que comparece –tras la agradable sorpresa que supuso Fingernails– con los modales propios de una comedia dramática de corte clásico y producción norteamericana. Igualmente ocupada en radiografiar las difíciles relaciones de pareja cuando esta se enfrenta al dolor de la separación, como la anterior, Ex–Husbands toma en cambio el perfil de una ligera meditación otoñal protagonizada por tres generaciones de una misma familia (el abuelo, el padre y los dos hijos ya treintañeros; todos ellos varones). Su protagonista, y conductor del relato, es un veterano y magnífico Griffin Dunne (¿se acuerdan de su vitalista periplo nocturno en la memorable y energética Jo, qué noche, filmada por Scorsese en 1985…?; un film, por cierto, del que aquí se rescata también a Rosanna Arquette), encargado de interpretar esta vez a un padre invitado –principal herramienta cómica del relato– a la despedida de soltero de su hijo mayor mientras se encuentra él mismo en pleno proceso de divorcio. En su renuncia a lo más tópico y facilón, la película evita muy conscientemente la testosterona de la adolescencia y de la juventud para radiografiar un universo casi íntegramente crepuscular que su director (Noah Pritzker, quien filma con este su segundo largo), retrata con pinceladas respetuosas y sabias dentro de una tonalidad suave mantenida con buen pulso hasta desembocar en una inesperada pincelada de comedia negra a costa de un anillo de compromiso. El resultado no es una gran película, pero sí un film honesto que consigue adentrarse de manera tan incisiva como divertida en la trastienda más dolorosa del desamor cuando este se sufre desde la experiencia de la masculinidad herida. Y conviene no perder de vista que esta última, y no otra, es la interesante perspectiva desde la que se ponen en escena las desventuras de sus dos principales protagonistas. Carlos F. Heredero