Clio Barnard vuelve a rodar en Bradford, West Yorkshire, para elaborar una historia de amor que puede ser descrita como un film de realismo social pero también como un luminoso musical. Una combinación poderosa que deja de lado esa dureza fría que dominaba el tono de sus dos películas anteriores para ofrecer aquí una celebración de la vida que, sin rehuir su dureza ni sus conflictos, opta por el color en un nuevo retrato de Bradford donde los niños juegan con luces de colores y muchas noches se iluminan con fuegos artificiales. La historia se basa en las vivencias de personas que Barnard conoció durante los rodajes de The Arbor (2010) y The Selfish Giant (2013) y también es un homenaje vitalista a todos ellos. De fondo aparece la realidad de la diferencia de clases, del racismo, de la violencia de género o del alcoholismo. Son las presiones externas que deben afrontar los personajes y forman parte de ese telón de fondo ineludible, pero lo que de verdad importa en la película es la expresión de la lucha interior de sus dos protagonistas, Ali y Ava, y del modo en que esa realidad exterior afecta a su vida más íntima y a sus conflictos más personales.
La música en Ali & Ava es un elemento crucial no solo para la búsqueda de ese tono optimista (que no naif) sino también para mostrar su poder sanador y, sobre todo, como mecanismo a través del cual trasladar la subjetividad y los gustos personales de los personajes principales. En su interesante juego entre música diegética y extradiegética destaca la secuencia en la que Ali y Ava, subidos a un sofá, escuchan música juntos. Pero cada uno escucha la suya, con sus propios auriculares y en la diferencia de los temas se expresa, mientras bailan unidos (en lo que es el inicio de su historia de amor) la posibilidad de conectar a pesar de las numerosas distancias que los separan: edad, clase social, creencias religiosas, ambiente familiar… A ella le gusta el folk. A él el punk y el rock. Pero el hecho de que finalmente Ali aprecie un tema de Dylan hace que la música represente también la posibilidad definitiva de acercarnos, a pesar de las diferencias.
Jara Yáñez
Rainer W. Fassbinder rodó a finales de los setenta un gran melodrama sobre el racismo en Alemania. Una mujer mayor establecía relaciones con un joven turco y era objeto del rechazo por parte de su familia. Ali & Ava podría considerarse como una puesta al día de algunos elementos que estuvieron presentes en la película de Fassbinder pero con otro contexto social y otra época como trasfondo. La acción transcurre en Leeds, donde Ava, una mujer de origen irlandés que es abuela, ha tenido que vivir en un ambiente marcado por el racismo y la filiación a su propio grupo étnico. Ali es un joven paquistaní con problemas familiares, antiguo DJ, que vive de alquilar apartamentos y de utilizar su coche como taxi. Su vida también está condicionada por el peso social que las tradiciones tienen en el interior de su familia. La película es una tierna historia acerca del encuentro entre estos dos personajes que, a su vez, simbolizan dos mundos antagónicos y, como en la película de Fassbinder, la hostilidad de los hijos provocará una tensión interna. Clio Bernard realiza una suerte de cine social que parece rechazar los clichés establecidos por el cine de Ken Loach, sin su mirada tremebunda hacia la clase trabajadora y donde el conflicto no estalla de forma exagerada y no existe violencia. Todo se desarrolla en otro tono, apuntalado por la música, buscando una suerte de mirada empática con unos personajes que simbolizan las fracturas de una sociedad inglesa en las que las fronteras se encuentran entre las comunidades.
Àngel Quintana