Carlos F. Heredero.
En un relevante artículo suyo en torno a Die Stille vor Bach (que nosotros rescatamos este mes como tributo a su decisiva figura y como contribución a nuestro Gran Angular sobre Pere Portabella), el gran Eugenio Trías reivindicaba la necesidad de escribir “sobre la sorda –casi inaudible– rebelión” de esas “minorías globales” que nada tienen que ver con las élites económicas y sociales y que están contribuyendo, de manera decisiva, a la gestación de “una incipiente civilización de la inteligencia y del conocimiento que cada día contribuye al lento entierro de esa forma paleolítica de cultura que todavía denominamos cultura de masas”.
Pues bien, a esas ‘minorías globales’ de las que hablaba Trías pertenece y se dirige, en efecto, la obra cinematográfica de Portabella, que ahora se edita íntegramente en un pack DVD (siete discos, con todos sus cortos y todos sus largometrajes), lo que viene a certificar, como dice José Luis Pardo (nuestra ‘firma invitada’ de este número), que la obra del cineasta de Figueres ha estado sin cesar en el centro del acontecimiento, “precisamente para denunciar que ‘el acontecimiento’ no es siempre lo que traen cada día las portadas de los periódicos, y que ‘acontecer’ no es siempre ni solo lo que sucede de acuerdo con la lógica burocrática de los calendarios”.
Sí, en efecto, son dos voces que provienen del campo de la filosofía, pero resulta coherente que comparezcan aquí para escoltar nuestra indagación en el perfil y en la obra de un productor-político-cineasta capaz de integrar en sus búsquedas lingüísticas y expresivas una amplia constelación de lenguajes artísticos (poesía, música, pintura, arquitectura, cine…) y un heterogéneo abanico de disciplinas de pensamiento (política, ensayo, filosofía…). Un creador cuya proyección desborda con mucho el ámbito de las pantallas convencionales para extenderse al campo de los museos, de las galerías y de las grandes citas artísticas internacionales, un hombre de cine y un ciudadano que ha jugado un papel de primerísimo orden –como cineasta y como figura política– en el devenir histórico del cine español y también en todo el largo y complejo proceso de transición de la dictadura a la democracia en la reciente historia de España.
Conviene recordar estas facetas que convergen en la trayectoria de Pere Portabella a las nuevas generaciones, que quizás apenas conozcan su obra fílmica o su contribución a la lucha contra la dictadura, pero que ahora se asomarán probablemente con asombro a sus películas (DVD mediante) y al pensamiento ¬rabiosamente contemporáneo– de un hombre que, a sus ochenta y cuatro años, piensa que es absurdo “utilizar las nuevas tecnologías para acabar haciendo películas que continúen con el mismo formato y contando las historias de siempre”, pues esos nuevos medios permiten “romper con la idea de la tribu y con el concepto de soledad” [véanse pags. 12-17]. Un hombre convencido de que ahora “la gente no está más sola con sus ordenadores, sino que se relaciona de otra manera”, porque “ha terminado una época que definía determinadas formas de comportamiento y de consumo cultural, y lo que ha empezado es un ciclo que pone en cuestión casi todo. Es ahora cuando viene lo bueno…”. Pues eso, ¡celebrémoslo con él!
Te puede interesar
Este mes