Print Friendly, PDF & Email

La actualidad cinematográfica es siempre poliédrica y multiforme: estrenos en salas, reposiciones, ciclos en filmotecas, programaciones de festivales, exposiciones, libros, homenajes… En muy pocas ocasiones nos hemos decidido, en Caimán CdC, por un solo asunto, buscando ejercer siempre de la manera más exigente y rigurosa nuestra función como ‘espigadores’ en ese marco heterogéneo de noticias y novedades. Hace un año justo, sin embargo, en octubre de 2022, la muerte de Jean-Luc Godard nos hizo plantear un número especial, distinto, único, en el que reducimos al mínimo todos los asuntos que no tuvieran que ver con aquel acontecimiento para detenernos en el análisis de su significación, tanto específica, como en el marco del ecosistema cinematográfico global. Hoy, otro cineasta para el que la vida y la creación son territorios intrínsecamente vinculados; otro autor capaz de generar y regenerar sentido en múltiples direcciones, de reescribir, encadenar, bifurcar y expandir sus referencias hasta llevar cada una de sus películas más allá de ellas mismas, nos obliga a plantear una propuesta semejante. Dedicamos casi en exclusiva a Víctor Erice un nuevo número especial de la revista con ocasión, esta vez, del estreno en salas de Cerrar los ojos, su nuevo largometraje de ficción después de cuarenta años.
“El tiempo que a veces parece perdido para la creación es tan importante como el tiempo de pasar a la acción, y en realidad es indispensable y está presente en las obras terminadas”, expone Alain Bergala (una de las cuatro firmas invitadas, junto a José Luis Guerin, Carla Simón y Felipe Vega, que hacen este número aún más singular), a propósito, precisamente, de la trascendencia que pueda tener la distancia temporal que separa unas películas de las anteriores en la trayectoria del cineasta. Y el propio Erice podría responderle: “Es inevitable: sobre lo que finalmente se consigue expresar gravita lo no expresado”. Así lo explicó, de hecho, hablando de su primera película (según las declaraciones que se recogen en el libro El espíritu de la colmena… 31 años después), en una muestra más de la profunda coherencia, cohesión y consistencia de una filmografía que traspasa, en el caso de Erice, los años y las películas. Cerrar los ojos elabora, de hecho, todo un preciso, riguroso y apasionante juego de referencias, ecos, rimas y citas a múltiples niveles, y en diálogo abierto no solo con la filmografía previa del cineasta, sino también con las películas que no pudo rodar: con lo expresado, pero también con lo no dicho. Para desgranar muchas de ellas el número incluye una amplia y exclusiva conversación entre el cineasta y Carlos F. Heredero.
Pero podríamos pensar entonces en Cerrar los ojos como una especie de compendio o recapitulación de la trayectoria del cineasta, un universo autorreferencial, cerrado en sí mismo y, conectado quizás con aquel cine de la modernidad (de nuevo Godard) con el que dialogaba de manera más evidente en sus primeras películas. “Lo primero que sorprende mucho es lo extemporánea que resulta Cerrar los ojos, afirma José Luis Guerin a este propósito en las páginas de la revista. “Digamos que es orgullosamente extemporánea”, añade. Como críticos, sin embargo, la pregunta es obligada: ¿qué lugar ocupa Cerrar los ojos en el marco del cine español contemporáneo? ¿De qué manera dialoga la película de Erice con sus coetáneas? Y resulta emocionante comprender que, para vislumbrar algún tipo de respuesta posible, entran en juego aquí el azar, la mera casualidad (¿o serán los fantasmas?) como responsables últimos de que coincida en este número el cuadernillo especial que cada año dedicamos a la Semana Internacional de Cine de Valladolid. Y es que la SEMINCI consagra, precisamente al cine español producido este año, la mayor atención de su historia, con el estreno de quince producciones (repartidas entre distintas secciones). Y es el análisis de algunas de ellas lo que permite lanzar hipótesis en este sentido, tal y como propone Carlos Losilla en su texto. Pero es Sobre todo de noche, primer largometraje en solitario de Víctor Iriarte, la que contiene una imagen reveladora, casi como una invocación (quizá casual), que nos puede servir como última respuesta provisional. Es cuando, hacia la mitad de su metraje, el personaje que interpreta Ana Torrent, en primer plano frontal, abre los ojos.

Jara Yáñez