Print Friendly, PDF & Email

A Night of Knowing Nothing es una de las películas más radicales, poéticas y emocionantes de las vistas en la Quincena de este año. Se trata de un film de montaje, de esos que se encuentran en la sala de edición, a partir de una enorme cantidad de imágenes pregrabadas por la cineasta (junto a sus amigos y compañeros de la escuela de cine) durante las revueltas universitarias de 2019 en la India. A esas primeras imágenes, rodadas en 16 mm y en blanco y negro, se sumarán después otras que provienen de Internet, de cámaras de vigilancia, rodadas con móviles o distinto material de archivo. Una variedad de registros y una combinación de texturas que, bajo una coherencia estética que se mantiene de principio a fin, introduce sin embargo la calidad matérica de un film complejo que se expresa a través de múltiples canales. Porque A Night of… es un documental histórico, pero también un ensayo fílmico que se articula, además, a partir de la lectura de las cartas de amor que le escribe L a K  (que escuchamos en off) y que constituyen un hilo narrativo de ficción (elaborado a partir de historias reales) a través del que se conecta la historia política y social de aquellos movimientos estudiantiles con el espacio íntimo y emocional de los jóvenes que la protagonizaron.

El debut de la cineasta Payal Kapadia es un film que habla en voz baja, sin gritos ni exabruptos (y a través de un trabajo experimental con el sonido que resulta apabullante) para ir abriéndose camino y ampliando su capacidad reflexiva de manera tan sutil como radical a medida que avanza. Hay en A Night of Knowing Nothing una reivindicación de la importancia de la memoria (los recortes de periódico, pero también el propio film que vemos) y de la necesidad de recordar para avanzar, pero también existe una denuncia de la corrupción política, de la censura artística, del abuso y la represión tanto institucional como policial, del racismo y de una sociedad dominada por el sistema de castas. Y no solo… A Night of Knowing Nothing es también un film autorreferencial que defiende la necesidad de hacer un cine diferente para dejar de ser los mismos y que, en su evidente amor por la historia del medio, homenajea a sus referentes: desde el cine soviético de Eisenstein y Pudovkin al Godard de La chinoise, Pasolini o Chris Marker.

La película de Kapadia respira una cierta nostalgia, y sin embargo es un film luminoso que, a través de una estructura circular, se abre y se cierra con dos secuencias de baile. Y de este modo celebramos la lucha estudiantil como mecanismo posible para el cambio; celebramos la esfera de las universidades y las escuelas de cine y arte (y la educación en general) como espacio libre desde el que poder romper con la desigualdad (sea ésta del tipo que sea); pero sobre todo celebramos el cine como lugar privilegiado para seguir pensando.

Jara Yáñez