Después de una trilogía compuesta por dos cortos (For You I Will Fight, de 2010 y White Turnips Make it Hard to Sleep, de 2011) y por su debut en el largo, Baden Baden (2016) –y a través de la cual elaboró un inteligente, vivo e ingenioso retrato de una mujer que viajaba de la adolescencia a la vida adulta-, Rachel Lang cambia de registro para dirigir un drama sobre las relaciones de pareja en el marco de la Legión extranjera en Córcega. Un universo que no le es ajeno (la cineasta es reservista del ejército francés) pero a través del cual su cine se vuelve, de pronto, más rígido y encorsetado. Lang explora la dualidad entre el universo de los legionarios (todos hombres) y el de sus mujeres a partir de un montaje paralelo que contrapone las largas temporadas que pasan ellos en las distintas misiones donde se juegan la vida, frente a la pasividad de ellas que se quedan al cuidado de la familia y el hogar. El contraste se encuentra entre la acción y la intensidad de las experiencias en el frente (la muerte, el absurdo de la guerra…) en oposición a la rutina y cierta vacuidad de la vida cotidiana. Las dificultades para mantener las relaciones de pareja vivas en esta situación vital centra buena parte del interés de una película que, sin embargo, no consigue profundizar ni en un ambiente ni en el otro y se queda a medio camino también en una propuesta visual con la que intenta ir un paso más allá.
Resultaba poderosa la idea de trabajar sobre la conexión particularmente intensa que se produce entre los hombres, a través del retrato y la fisicidad de los cuerpos. Pero tampoco eso termina de cuajar en un film que podría haber dado mucho más de sí.
Jara Yáñez