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Péter Kerekes ha dicho que, a la hora de elaborar 107 Mothers, tomó como modelo el cine del austríaco Ulrich Seidl. Y sin embargo, nada más lejos del distanciamiento sarcástico de Seidl, siempre empeñado en desvelar el lado oscuro de sus criaturas, que la curiosidad y la simpatía que Kerekes despliega a la hora de observar a las suyas. No es que la película sea un dechado de cercanía y calidez, pero sí es cierto que esa mujer embarazada a la que encarcelan por matar a la amante de su pareja y que ya en prisión se relaciona con otras de parecidos antecedentes, aunque en especial con una compasiva celadora, nos provoca más identificación que distancia. Y eso que estamos ante uno de esos artefactos que no es ni documental ni ficción, sino todo lo contrario, siendo la intérprete que da vida a la madre asesina la única actriz profesional del film, algo que legitima a Kerekes para no ahorrarnos todas esas escenas meramente informativas u observacionales que a veces se antojan más rutinarias de lo que cabría esperar.

107 Mothers empieza a interesarme cuando es fiel a su título y se dedica a componer un mosaico conceptual en el que se entrecruzan personajes y situaciones como si de tratara de una galería de casos a la vez clínicos y penales. Entonces el film se olvida de su origen testimonial, de su vocación de ‘película de denuncia’, por otro lado más bien fácil y superficial, y se adentra en territorios más complejos. El espacio en el que se narra el ‘caso real’, el correccional de Odessa en el que fue rodado, va adquiriendo el aspecto de un microcosmos cerrado sobre sí mismo en el que se desarrolla lo que podría ser una historia de caída y redención. Y las mujeres que al principio solo son números, quizá muestras de un catálogo de horrores escrito por un contexto social inclemente, se van singularizando hasta convertirse en personajes heterodoxos y complejos, que empiezan a actuar por sí mismos. 107 Mothers es ese viaje a través del cual un cine que solo quiere cuchichear y juzgar se trasciende a sí mismo y acaba planteando cuestiones insolubles y, por tanto, fascinantes. Y 107 Mothers es también el tributo que Kerekes tiene que pagar para llegar ahí, el acatamiento de ciertas modas y convenciones bastante más obvias de lo que parecen.